Otras reflexiones

Habemus Papam: León XIV

Se corrieron las cortinas de la Logia de la Bendición y el cardenal Dominique Mamberti pronunció aquellas dos palabras que anhelábamos escuchar: Habemus Papam. León XIV, el nombre que eligió Robert Francis Prevost Martínez, quien fue el prefecto del Dicasterio para los obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, tiene mucho que decirnos.

Los talentos y la música

"Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dándole a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad. Luego el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo" (Mt. 25 14, 30).

Cuando el Papa Francisco habló para la UC

El ritmo acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista. Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro».

¡Ha resucitado!

Los últimos siglos antes de Cristo se descubrió algo nuevo. Los griegos comenzaron a hablar de la inmortalidad del alma, diferenciando lo material, lo que queda acá, con el alma que continúa viviendo. Los hebreos no aceptaban esta idea, pero entre unos pocos judíos se empezó a difundir el concepto de una resurrección como un retorno a la vida.

La civilización del amor: construyendo oportunidades

Ángela Parra

Año V, N° 90

viernes 24 de febrero, 2023

“El hombre y la mujer que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos”. (Evangelii nuntiandi, Papa Pablo VI)

En nuestros tiempos los problemas sociales que nos aquejan son complejos y multidimensionales: la pobreza, la desigualdad, el individualismo y la falta de Dios son parte de una sociedad cada vez más globalizada, con enfoque en consumir y descartar rápidamente intensificando las vivencias personales en perjuicio de los otros. Nuestro país no es la excepción. Hace ya algunos años una crisis social y sanitaria nos enfrentó a uno de los desafíos más grandes que hemos tenido en los últimos 30 años, lo cual nos hizo entrar en diálogo en búsqueda de soluciones a estos problemas a la luz del evangelio de Cristo.

Una sociedad inspirada en Cristo camina de la mano de la Doctrina Social de la Iglesia, entendiéndose como una enseñanza que toma el evangelio como la base de la construcción de una sociedad más justa, humana y solidaria.

Hace ya dos siglos atrás la Iglesia, en respuesta a la cuestión social debido a la revolución industrial, desarrolló una serie de documentos y reflexiones que se consolidan en la denominada Doctrina Social de la Iglesia, enseñanza que “quiere ofrecer las respuestas que los signos de los tiempos reclaman, indicando ante todo en el amor recíproco entre los hombres, bajo la mirada de Dios, el instrumento más potente de cambio a nivel personal y social” (compendio de la Doctrina Social de la Iglesia). Esta enseñanza, que está “dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad” (Pacem in terris, Papa Juan XXIII), está aún vigente en nuestros tiempos con sus principios, que no pretenden dar un orden social, político o económico, sino ser luz para quienes hoy tenemos en nuestras manos el poder de cambio y acción. No es casualidad que nuestras ciudades estén cada vez más llenas de personas en situación de calle, personas migrantes sin hogar, jóvenes y niños sumidos en las drogas, entre tantas otras situaciones que son síntomas de una institucionalidad que requiere retomar los principios de la Doctrina Social de la Iglesia y colocar la dignidad humana en el centro de toda acción. Una sociedad inspirada en Cristo camina de la mano de la Doctrina Social de la Iglesia, entendiéndose como una enseñanza que toma el evangelio como la base de la construcción de una sociedad más justa, humana y solidaria.  

Una civilización del amor que pone a Cristo en el centro y construye nuevas oportunidades para quienes hoy necesitan de condiciones mínimas para poder realizarse en dignidad y libertad.

Los problemas sociales que afectan a chilenos y chilenas son parte de los dolores más grandes de la Iglesia, que en su primera “misión de anunciar y comunicar la salvación” (compendio de la Doctrina Social de la Iglesia) requiere salir de sus fronteras para ver en los más pobres de los pobres el rostro de Jesucristo. “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mt 25, 35-36). Es tarea de todos y todas quienes somos parte de este cuerpo trabajar por una Iglesia en salida, que llegue hasta “los más descartados de la sociedad” (Papa Francisco) y sea capaz de aportar a los problemas de quienes no conocemos y no están cerca de nosotros. Tal como dice el Papa Francisco en la Encíclica Fratelli tutti, Jesús “no nos invita a preguntarnos quiénes son los que están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos”. Es así como la invitación es construir desde la solidaridad una “civilización del amor en la que todos podamos sentirnos convocados” (Fratelli tutti, 183). Una civilización del amor que pone a Cristo en el centro y construye nuevas oportunidades para quienes hoy necesitan de condiciones mínimas para poder realizarse en dignidad y libertad. ¿He sido partícipe de mejorar la vida de quienes más lo necesitan? ¿Soy consciente de que la Doctrina Social de la Iglesia es hoy una enseñanza vigente que orienta mis acciones y las de mi comunidad? ¿Estoy dispuesta a trabajar por una sociedad más justa donde se ponga a Cristo en el centro?

“Ya no hay distinción entre habitante de Judea y habitante de Samaria, no hay sacerdote ni comerciante; simplemente hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. En efecto, nuestras múltiples máscaras se caen: es la hora de la verdad.
¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargar a los hombres unos a otros?”.
Fratelli tutti, 70

Ángela Parra
Dirección de Transformación Digital UC

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