Otras reflexiones

La Rerum novarum del Papa León XIII: la vigencia de un trabajo digno y decente

Rerum novarum fue el primer documento moderno de Doctrina Social de la Iglesia. Esta encíclica (carta circular) inauguró una reflexión ética sobre las realidades sociales, invitando a la acción cristiana. Su título significa “De las cosas nuevas”. ¿Cuáles eran esas “cosas nuevas” del siglo XIX que inquietaron a León XIII? La llamada “cuestión social”: la precaria situación de los trabajadores tras la primera revolución industrial.

Maternidad y paternidad como don, no como derecho

"La tasa de natalidad de la gran mayoría de los países está muy por debajo de la tasa de reemplazo (2,1). En Chile es de 1,2. Tampoco es un misterio que las familias más religiosas son también las más fecundas. Las estadísticas lo demuestran ampliamente y lo corrobora la presencia de niños y niñas en las celebraciones eucarísticas de las comunidades parroquiales".

Retrato de un santo para Chile: “La caridad comienza donde termina la justicia”

El Padre Hurtado veía a Cristo en los niños que recogía a orillas del río Mapocho, a las madres que llegaban con sus hijos sin un techo donde pasar el invierno y en los enfermos que requerían cuidado y compañía.

Jubileo de los jóvenes: un camino de esperanza

“Son los jóvenes los que están llamados especial, mas no exclusivamente, a vivir como protagonistas este Año Jubilar de sobreabundancia del amor de Dios, que permite dar un ‘sí’al Señor de manera libre y amorosa, optando por una vida nueva donde es Cristo que vive en mí’”. (Ga 2,20)

Pentecostés: Renovar la esperanza en Dios a través del Espíritu Santo

Marcelo Pinochet Ayala

Año V, N° 96

viernes 19 de mayo, 2023

«Lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 3-4).

En las siguientes líneas se intentará revisar algunas ideas, respecto a la manera en que el Espíritu Santo se hace presente en nuestras tareas cotidianas. Estamos ciertos que, con esmero, queremos seguir la imagen de la primera comunidad cristiana: “perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, en la comunicación de la fracción del pan y en la oración” (Hch 2,42).

Hemos recibido el mismo bautismo, por tanto, compartimos el mismo deseo (en una diversidad de carismas) de hacer el bien, advirtiendo la grandeza de la creación y la inspiración del Espíritu Santo para contemplar todo lo bueno. El Papa Francisco, con bellas palabras, evoca esta idea: “quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad” (LS 84). Allí, tenemos la certeza que la presencia y actuación del Espíritu Santo en nosotros es señal que es Él quien lo domina todo.

El Espíritu nos empuja con fuerza a cumplir la misión que Jesús nos ha dado en el trabajo, la familia y la comunidad.

Podemos sentirnos muy afortunados. Al igual que a los apóstoles a quienes dio valentía, fuerza y valor para anunciar y partir por el mundo a predicar, desde mi perspectiva, el Espíritu nos empuja con fuerza a cumplir la misión que Jesús nos ha dado en el trabajo, la familia y la comunidad. Es Dios que se manifiesta en nuestra vida para cumplir con las tareas y no decaer en el camino. Pero esto no siempre es fácil, pues, en algunos espacios, ser cristiano es mal mirado y cuesta ser fiel al mensaje de Jesús.

Particularmente, en las actuales tensiones de nuestra época, los dones del Espíritu son necesarios para comprender el tiempo presente y tomarle el pulso a la sociedad y sus movimientos, sin aspavientos, con calma y mesura para decidir las tensiones actuales con sabiduría, inteligencia y fortaleza, pero también considerando la ciencia, la piedad y el temor a Dios.

Pero, al igual que los apóstoles que vivieron grandes incertidumbres (también la persecución), hoy también vivimos nuevas desconfianzas entre unos y otros: la situación económica mundial y local, las problemáticas asociadas a la migración (en una sociedad individualista, como la nuestra), la polarización y la crisis social. Queremos pedirle al Espíritu Santo que nos llene de esperanza, para poder vivir el amor de Dios en nuestras tareas cotidianas y mirar con los ojos de Jesucristo el contexto en que estamos inmersos, en especial las vulnerabilidades por las que atraviesan muchas personas en nuestras ciudades y calles.

Al igual que los apóstoles que vivieron grandes incertidumbres (también la persecución), hoy también vivimos nuevas desconfianzas entre unos y otros.

No podemos quedar indiferentes ante un mensaje tan inmenso como el de Cristo, pues estamos llamados a anunciarlo y a vivirlo con intensidad para que los demás nos vean y puedan decir: ¡Miren cómo se aman: son cristianos!

En estos días solicitamos los dones del Espíritu, además de la renovación de nuestro compromiso de fraternidad para que, ayudados por el Señor, podamos dar testimonio de caridad y compromiso en una época marcada por el individualismo y los logros personales. Ya nos decía el Papa Francisco hace unos años: “Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia, amén”.

¿Veo hoy la presencia del Espíritu Santo en la vida comunitaria y en la amistad fraterna? ¿Podemos ser hoy cada uno templo del Espíritu Santo para ayudar a renovar nuestra vida de Iglesia?

«La Palabra de Dios describe la acción del Espíritu, que primero se posa sobre cada uno y luego pone a todos en comunicación. A cada uno da un don y a todos reúne en unidad»
(Papa Francisco).

Marcelo Pinochet Ayala
Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Maule

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