Otras reflexiones

El humor: un medio de sanación y esperanza

“El humor es algo que hay que tomar en serio. No es la risa fácil por el tortazo en la cara o la burla por el tropiezo ajeno. No es tampoco el optimismo ingenuo y superficial que prefiere ignorar los problemas. Por el contrario, el humor los pone al descubierto y permite reconocerlos, así como también las maravillas, los dones y las oportunidades que hermosean la vida, contribuyendo a enfrentar las dificultades con ánimo alegre y promoviendo el encuentro, la amistad y la colaboración entre las personas”.

Evangelizar, tarea primera y siempre vigente de la Iglesia

“Todo el mundo debería poder experimentar la alegría de ser amados por Dios, el gozo de la salvación. Y es un don que no se puede conservar para uno mismo, sino que debe ser compartido” (Papa Francisco, en la Jornada Mundial de las Misiones 1).

La alegría de la santidad que perdura

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

¿Existe el mundo que todos anhelamos?

“En la Iglesia se requiere de católicos activos y formados. Católicos que, con mucha humildad, y sin arrogancias, sepan actuar, en la sociedad que nos toca compartir, con fe y esperanza en Dios”.

Dichosos los invitados a comer de la Cena del Señor

Pbro. Cristián Eichin Molina OFM

Año VI, N° 139

viernes 9 de agosto, 2024

“La presencia sacramental del Cristo en la Eucaristía es un acto de donación para nosotros. Su cuerpo y su sangre es la presencia de Cristo que se hace comida de salvación. Comulgar, por tanto, es aceptar la invitación a acoger el regalo más grande que podría hacer: ser nuestro alimento”.

Cristo está realmente presente en el sacrificio de la Misa sobre todo bajo las especies eucarísticas, expresión que nos regaló el Concilio Vaticano II en la Sacrosanctum Concilium 7. Así, la presencia sacramental del Cristo en la Eucaristía es un acto de donación para nosotros. Su cuerpo y su sangre es la presencia de Cristo que se hace comida de salvación. Comulgar, por tanto, es aceptar la invitación a acoger el regalo más grande que podría hacer: ser nuestro alimento.

Por lo que afecta al evangelio de hoy, escuchamos parte del discurso del Pan de Vida en el capítulo 6. El de este domingo nos invita a no solo ver el Pan vivo bajado del cielo, sino también a comerlo. Ese pan es Cristo, que diariamente viene a nosotros en humilde presencia al altar en manos del sacerdote (cfr. San Francisco de Asís).

El milagro de Santa Clara muestra cómo la televisión puede transmitir la fe y llevar la liturgia a quienes no pueden asistir en persona, reflejando su propia experiencia de recibir la Eucaristía de manera extraordinaria.

Un testimonio que nos puede ayudar a profundizar en el misterio de la Eucaristía de este domingo es una visión mística experimentada por una de las grandes mujeres de la Edad Media, contemporánea de San Francisco de Asís: Santa Clara de Asís. No es casualidad que este domingo coincida con su fiesta. Se cuenta de una visión mística que tuvo esta santa en la noche de Navidad del año 1252. Según la Legenda Sanctae Clarae, ella se encontraba enferma y sola en el monasterio de San Damián, mientras las hermanas estaban en misa. Ella recibió el don de escucharla siendo celebrada en la basílica de San Francisco, a unos dos kilómetros de distancia, como si estuviera frente a una pantalla. Este hecho, registrado en el proceso de su canonización, llevó a que en 1958 el Papa Pío XII la proclamara patrona de la televisión y de las tecnologías de comunicación, asociando su experiencia mística con la moderna tecnología de transmisión televisiva. Clara vio y escuchó el oficio eucarístico como una posibilidad de participar a distancia de la misa. De hecho, en ese tiempo la comunión eucarística no era frecuente recibirla; se valoraba solo ver la hostia. Este hecho nos impulsa a ir más allá: además de ver y escuchar, debemos comer el pan eucarístico. «El que come de este pan, vivirá para siempre». El milagro de Santa Clara muestra cómo la televisión puede transmitir la fe y llevar la liturgia a quienes no pueden asistir en persona, reflejando su propia experiencia de recibir la Eucaristía de manera extraordinaria.

La Eucaristía no es solo un ritual, sino una verdadera comida espiritual-corporal que nos une como comunidad y nos alimenta con la presencia viva de Cristo.

Podemos reflexionar lo siguiente a partir de lo anterior: celebrar la Eucaristía implica una dimensión esencial de comida. Comemos la Palabra de Dios y el pan ofrecido, eucaristizado, consagrado y dado. El sentido pleno de la Eucaristía es que todos comamos, aunque no siempre hemos podido hacerlo. Por otro lado, la tecnología digital ha sido una herramienta valiosa para mantener la fe en Jesucristo. Sin embargo, la comunidad cristiana debe valorar el acto de comer el pan eucarístico.

Valoremos, entonces, la asamblea eucarística presencial, donde comemos junto al Señor Resucitado. En este espíritu, propongo las siguientes preguntas: ¿Cómo podemos integrar mejor el acto de «comer» la Eucaristía en nuestra vida diaria y no solo limitarlo a la misa dominical? ¿Qué pasos podemos dar para asegurar que todos los miembros de nuestra comunidad parroquial tengan acceso a la Eucaristía? ¿Cómo podemos acompañar a aquellos que, por enfermedad o circunstancias especiales, no pueden asistir físicamente a la misa, para que también puedan vivir plenamente el misterio eucarístico?

Al reflexionar sobre estos puntos, recordemos que la Eucaristía no es solo un ritual, sino una verdadera comida espiritual-corporal que nos une como comunidad y nos alimenta con la presencia viva de Cristo. Sigamos esforzándonos por vivir y compartir este misterio central de nuestra fe, reconociendo la importancia de participar plenamente en la Eucaristía.

“En Jesús, en su “carne” –es decir, en su concreta humanidad–, está presente todo el amor de Dios, que es el Espíritu Santo. Quien se deja atraer por este amor va hacia Jesús, y va con fe, y recibe de Él la vida, la vida eterna”.

Papa Francisco. Ángelus, 9 de agosto de 2015.

Pbro. Cristián Eichin Molina OFM
Profesor y Vice Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Comparte esta reflexión