En la época de los cambios climáticos, de la inteligencia artificial, de las epidemias y pandemias, de los cambios globales y de las redes sociales, cabe preguntarse nuevamente: ¿es la técnica una amenaza a nuestra humanidad? Y, aún más, como católicos ¿debemos tener miedo a las tecnologías?
Para poder responder a esta pregunta hay que empezar por entender qué es este fenómeno tecnológico que estamos viviendo. Uso acá la palabra tecnología y no técnica porque los dos términos tienen un sentido distinto, a mi parecer. La palabra técnica se refiere a una dimensión humana antropológica esencial, por la que Ortega y Gasset pudo adecuadamente afirmar “no hay hombre sin técnica”. Dicha dimensión hace del ser humano alguien que modifica continuamente su entorno, a partir de su proyecto de vida y de la búsqueda de su bien-estar. Somos seres técnicos. En este sentido no existe el problema de cómo relacionarse con la técnica, ya que nuestra vida es técnica en sí.
Las tecnologías son nuestro ambiente: inter-actuamos con ellas.
Otra cosa son los objetos técnicos, como el martillo, la silla, los zapatos, etc. Dichos objetos nos sirven –son instrumentos– para alcanzar nuestros fines. Son un medio y, por eso, pueden ser buenos o malos, dependiendo del uso que hacemos de ellos: si uso un martillo para hacer una obra de artesanía es bien distinto que si lo uso para matar a alguien. Aquí surge, entonces, la cuestión ética: ¿cómo debo usar de los instrumentos o medios a mi disposición? ¿cómo debo usar de mis instrumentos que me sirven para alcanzar un objetivo?
Pero hay un paso más que dar para entender el fenómeno tecnológico, que es más complejo que el anterior. Cuando hablamos de nuevas tecnologías (o tecnologías emergentes) ¿de qué estamos hablando? En mi perspectiva, ya no estamos hablando de un simple medio, sino que de un Medio. No estamos hablando simplemente de instrumentos. Las tecnologías son nuestro ambiente: inter-actuamos con ellas, vivimos inmersos en ellas y de ellas recibimos estímulos y retroalimentaciones. En esto hay una gran diferencia con los objetos técnicos: si estos últimos dependen de nuestro uso –el martillo, cuando no lo ocupo, no hace nada– las tecnologías son distintas. Hacen algo, siempre. Nos rodean, moldean, y son también uno de los puntos de acceso más interesante a la realidad. Por eso algunos filósofos de las nuevas tecnologías hablan de “tecnologías como formas de vida” o como “mediadoras de nuestras experiencias”. Son nuestros lentes para leer el mundo. Piensen en los mundos virtuales, en nuestros smartphones, en los sistemas de domóticas o en las distintas tipologías de robots con los que ya interactuamos. La cuestión ética, entonces, es mucho más potente que la anterior: ¿cómo inter-actuamos con este Medio o, mejor dicho, cómo debemos inter-actuar con ello? Por ejemplo, ¿de quién es la responsabilidad si un sistema de domótica falla y hiere a un humano? La conciencia de que son un Medio y no un simple medio constituye un cambio de paradigma interesante. Claramente, resolver el problema ético vinculado a ella no es sencillo.
Las tecnologías pueden ser un aliado en nuestro camino hacia Dios.
Por ahora, me quedo contento con volver a la pregunta inicial sobre nuestra relación con las tecnologías emergentes: que no hay una necesaria dicotomía entre ser humano y tecnología, sino que una interacción profunda en este Medio. En este sentido, la tecnología no constituye una amenaza a nuestra humanidad: tenemos que aprender a vivir en ella. Siguiendo el ejemplo del Beato Carlo Acutis, el “ciberapóstol de la Eucaristía” y el “primer influencer de Dios”, se puede encontrar una manera muy fructífera para florecer como humanos en el Medio que son las nuevas tecnologías. Carlo aplicó sus conocimientos en informática para crear un sitio web relacionado a la Eucaristía y a los milagros eucarísticos. Es una exposición, que contiene información sobre 136 milagros eucarísticos reconocidos por la Iglesia católica, con imágenes y textos. Un ejemplo claro de como las tecnologías pueden ser un aliado en nuestro camino hacia Dios.
¿Qué son las tecnologías para mí? ¿Un aliado o un obstáculo en mi búsqueda de un encuentro con Cristo? ¿Qué aspectos debo controlar y cuáles desarrollar de manera de lograr una relación armónica con las tecnologías emergentes?