Otras reflexiones

El dolor, la resiliencia y la importancia de la fe en Dios

“La vida nos enfrenta a desafíos y momentos dolorosos que, en ocasiones, parecen ser difíciles de sobrellevar. Nos ponen a prueba, nos sacuden hasta lo más profundo. Es en esos momentos donde descubrimos la verdadera fortaleza de la humanidad y la importancia de la fe en Dios”.

Nuestra historia en la Historia

“La idea de que nuestra insignificante y poco original historia se pierda en un mar inmenso lleno de otras pequeñas historias personales de poco valor nos podría llevar a un cierto pesimismo o, al menos, a preguntarnos por el sentido de la existencia humana”.

Construyamos la paz

“Se ha normalizado una serie de situaciones en las que la violencia es el común denominador. La violencia en todas sus formas destruye la convivencia social, la democracia, atentando gravemente contra los derechos humanos y el bien común”.

Equilibrio Familiar: Una Mirada a la Corresponsabilidad

"Se levantó y tomó al niño y a su madre de noche y se marchó a Egipto" (Mateo 2,13).

“Bendito es el fruto de tu vientre”, Lc 1,39-45.

Dra. M. Rosario Fernández Q

Año VI, N° 119

viernes 22 de marzo, 2024

“Cuando oyó Isabel el saludo de María, el niño saltó en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando en voz alta, dijo: —Bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre”, Lc 1,39-45.

Este pasaje de la Biblia nos recuerda que la vida comienza desde la concepción, y que cada ser vivo es un individuo en sí mismo. Toda madre está llamada a ser la protectora de esa vida en camino, que tiene el potencial de desarrollarse como un ser humano autónomo. Cada ser vivo merece respeto, y esto no es antojadizo; se basa en principios básicos que ordenan el actuar de la humanidad.

El concepto de dignidad humana tiene sus orígenes en la doctrina judeocristiana, donde el ser humano encuentra su lugar en el mundo, al haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Es un ser capaz de conocerse y tener consciencia de sí mismo y que, a diferencia de los otros seres vivos, tiene particularidades únicas: razón, inteligencia, sentimientos y voluntad de decidir. Esa misma voluntad nos lleva a reflexionar sobre el acto de abortar, de interrumpir un embarazo.

La libertad, guiada por el amor, es la única que nos hace verdaderamente libres a nosotros y a los demás, porque sabe escuchar sin imponer, querer sin forzar, edificar sin destruir.

Para muchos, esta decisión es una muestra de la libertad que tiene toda persona. Sin embargo, cabe reparar en la desventaja; en que, al abortar, actúa un individuo que es libre, pero sobre otro, que depende de la voluntad ajena. Entonces, no es libertad el decidir qué hacer con mi cuerpo simplemente porque es mío. Esa libertad entendida así es egoísta, dice el papa Francisco, porque vuelve sobre sí misma y no es fecunda. La libertad, guiada por el amor, es la única que nos hace verdaderamente libres a nosotros y a los demás, porque sabe escuchar sin imponer, querer sin forzar, edificar sin destruir, “no explota a los demás para su propia conveniencia y les hace el bien sin buscar su propio beneficio”.

La verdadera libertad implica reconocer y respetar la dignidad de cada uno. Esto significa, como afirma el sumo pontífice, que “Dios nos ha creado no como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar”. Por tanto, somos seres únicos e irremplazables, creados por Dios para cumplir una misión.

El aborto sigue siendo un acto que ocurre, pero que, tras ello, hubo una madre que tomó una decisión, que trajo consigo consecuencias. Suele instaurarse en ella un gran dolor, angustia y quizá también arrepentimiento.

Si no existe un respeto a la dignidad trascendente de la persona humana, no se puede hablar de una sociedad justa, ya que el fin de una sociedad se encuentra ordenado al respeto de la dignidad humana. El papa recuerda las palabras de san Pablo ante la concepción equivocada que tienen algunos sobre la libertad: “‘Todo es lícito’, mas no todo es conveniente. ‘Todo es lícito’, pero no todo es edificante”. Y san Pablo añade la regla para desenmascarar cualquier libertad egoísta, cuya exigencia básica es el amor: “Que nadie procure su propio interés, sino el de los demás” (1 Cor 10,23-24). Bajo este fundamento, es claro que la vida del niño debe ser respetada y protegida desde su concepción.

Sabemos que más allá de todas estas consideraciones, el aborto sigue siendo un acto que ocurre, pero que, tras ello, hubo una madre que tomó una decisión, que trajo consigo consecuencias. Suele instaurarse en ella un gran dolor, angustia y quizá también arrepentimiento. El papa Francisco comenta: “Hay que estar en el confesionario y tú allí debes dar consuelo, no castigar nada”. El mensaje que da a esas mujeres que sufren por haber decidido un aborto nos deja una enseñanza de profunda misericordia y gran compasión: “Y les aconsejo, muchas veces, cuando lloran y tienen esa angustia: ‘Tu hijo está en el cielo, háblale, cántale la nana que no le cantaste, que no pudiste cantarle’”.

Por todo, la invitación hoy es a centrar nuestro pensamiento en educar a la familia en el amor y en respetar la vida desde su inicio y en todo momento. Pero también a que abramos nuestros corazones para dar amor y acogida a quienes optaron por otro camino, y que en su interior viven un calvario que los acompañará para siempre. Y tú, ¿cómo sientes este mensaje? ¿Cómo acogerías a quien vive con el peso de su decisión?

«No hay libertad sin amor. La libertad egoísta del hacer lo que quiero no es libertad, porque vuelve sobre sí misma, no es fecunda. Es el amor de Cristo que nos ha liberado y también es el amor que nos libera de la peor esclavitud, la del nuestro yo; por eso la libertad crece con el amor».

Papa Francisco, Audiencia General, catequesis 12. “La libertad se realiza en la caridad”

Dra. M. Rosario Fernández Q
Directora de Postítulo y Educación Continua Escuela de Medicina, Universidad Finis Terrae.

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