El Papa León XIV proclamará el próximo 1° de noviembre a San John Henry Newman doctor de la Iglesia. Este título es el más alto reconocimiento que la Iglesia otorga a un santo. Este nombramiento señala que tanto su ejemplo de vida como sus enseñanzas doctrinales son un valioso aporte a la vida de la fe católica.
Su vida estuvo marcada por el dolor, la enfermedad y, tras su conversión, por el rechazo de su familia y sus amigos. Sin embargo, en todo ello siempre vio la mano de Dios.
Newman (1801-1890), pastor anglicano converso a la Iglesia, es uno de los pensadores más versátiles del siglo XIX. Fue un prolífico escritor y una de las mentes más brillantes de sus tiempos. Es considerado como un humanista en el más pleno sentido de la palabra: teólogo, filósofo, historiador, educador, ensayista, poeta y músico. Pero además de ser un hombre inteligente, instruido y sabio, era profundamente cálido, humilde y enamorado de Dios. Junto con sus densos tratados teológicos y filosóficos, escribió también hermosas oraciones en las que muestra su enorme corazón y su tierna relación con el Padre.
Quizá lo que más destaca de este santo fue su ardiente búsqueda de la verdad, la que descubrió en su plenitud en la Iglesia Católica. En su dimensión más teológica, Newman penetró en la realidad de la consciencia como no se había hecho hasta entonces. Combatió la idea generalizada de que la conciencia consiste en hacer lo que uno siente o prefiere. Explica que, por el contrario, esta es un don, un bien innato al hombre, impreso en lo más profundo de su alma: “Es un eco; un eco implica una voz; una voz implica una persona; una persona que es un otro distinto de mí mismo, que me mueve a actuar o sentir temor cuando su voz ha sido ignorada”.
Su vida estuvo marcada por el dolor, la enfermedad y, tras su conversión, por el rechazo de su familia y sus amigos. Sin embargo, en todo ello siempre vio la mano de Dios. Este abandono a su voluntad quedó bellamente plasmado en una oración en la que expresa su absoluta confianza en lo que Dios le pedía, ‘sea lo que sea’: “Si es en la enfermedad, mi enfermedad puede servirle; si en la confusión, mi confusión puede servirle; si en la tristeza, mi tristeza puede servirle”. Y continúa: “Aún si me quita mis amigos, me oculta el futuro o permite que me sienta desolado; Él sabe lo que hace”.
Entre otras oraciones, escribió una que, por indicación de la Madre Teresa de Calcuta, las Hermanas de la Caridad rezan cada día en todo el mundo en su acción de gracias de la comunión.
En momentos de soledad escribió su poema más famoso, en que se dirige a Dios como ‘luz amable’, pidiéndole: “Guíame en medio de la oscuridad, no te pido ver el camino por delante, sino que me guíes en cada paso, solo un paso me bastará”.
Entre otras oraciones, escribió una que, por indicación de la Madre Teresa de Calcuta, las Hermanas de la Caridad rezan cada día en todo el mundo en su acción de gracias de la comunión. En ella, Newman ruega al Señor ser luz para los demás: “Jesús, ayúdame a esparcir tu fragancia dondequiera que vaya. Inunda mi alma con tu espíritu. Penetra y posee todo mi ser para que toda mi vida sea solo un resplandor tuyo. Brilla a través de mí. ¡Que no me vean a mí, sino solo a ti, Jesús! Quédate conmigo, para brillar como tú brillas, para ser luz para los demás. La luz provendrá toda de ti; nada de ella será mía; serás tú quien brille a través de mí”.
Estas breves palabras pueden servirnos de guía para examinarnos sobre cómo seguimos la voz de Dios en nuestra conciencia, o si recibimos lo que viene de su mano con la fe de que ‘Él sabe lo que hace’. Por otro lado, ¿nos contentamos con la ayuda de Dios en nuestro próximo paso, sin pedirle ver el camino? Podemos pedir a nuestro nuevo doctor que nos ayude a amar más a Dios para ser luz para iluminar a nuestro alrededor.