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Derecho a la espiritualidad en personas con diversidad cognitiva

Macarena Lizama Calvo

Año II, Nº 24.

viernes 14 de agosto, 2020

"Hacer buenas leyes y derribar las barreras físicas es importante, pero no es bastante, si no cambia también la mentalidad, si no superamos una cultura generalizada que sigue produciendo desigualdades, impidiendo que las personas con discapacidad participen activamente en la vida cotidiana. SS. Francisco, 3 de diciembre 2019."

En los últimos años hemos vivido cambios inimaginables en torno a las personas con diversidad cognitiva, desde la ratificación de Chile a la Convención Internacional de derechos de las personas con discapacidad, hasta los cambios en cómo entendemos el concepto de discapacidad.

Cuando se diseñan estrategias dirigidas a incluir la diversidad, finalmente los esfuerzos y adaptaciones sirven para todos y todas.

La discapacidad de una persona está determinada no tan solo por su condición física o intelectual, si no que por el entorno discapacitante que lo o la rodea, por lo que cuando se habla de “situación”, queda implícito que es una condición cambiante en el tiempo y variable de persona a persona.

Sin duda que mucho se ha avanzado, sin embargo, aún quedan desafíos. Tal como dijo el Papa Francisco en su discurso en conmemoración al día internacional de la discapacidad 2019, “hacer buenas leyes y derribar las barreras físicas es importante, pero no es bastante, si no cambia también la mentalidad, si no superamos una cultura generalizada que sigue produciendo desigualdades, impidiendo que las personas con discapacidad participen activamente en la vida cotidiana”.

Las barreras discapacitantes que dificultan la participación de las personas en situación de discapacidad cognitiva en su vida espiritual son, entre otras, la sobreprotección y paternalismo o la minimización de sus capacidades “total, no entiende lo que está haciendo”, cuando realmente lo que ellos y ellas quieren, es vivir su espiritualidad, recibir una formación religiosa junto con sus pares, entender la historia de la Iglesia, vivir la fe y experimentarla día a día.

Reconocer que las barreras discapacitantes existen y que son modificables, entonces, la invitación es a usar la creatividad, la flexibilidad, la tecnología.

Todo ello no se logra si no se reconoce la amplia diversidad, no solo la de pueblos originarios, migrantes, de la diversidad sexual, o de estratos sociales, sino que es necesario también reconocer la existencia de la “diversidad cognitiva”, a veces muy evidente, pero poco considerada para la participación.

Ha habido esfuerzos de catequistas por derribar esas barreras discapacitantes, acompañando la espiritualidad de personas en situación de discapacidad, llevando a cabo una labor digna de admirar. Hoy, además, contamos con un apoyo educativo para catequesis en primera comunión y confirmación, desarrollado por el equipo del Centro UC síndrome de Down, donde se proponen adaptaciones con técnica de lectura fácil, actividades con instrucciones simples y pictogramas, entre otras estrategias, para acoger un grupo donde no todos aprenden de la misma forma o al mismo ritmo.

Cuando se diseñan estrategias dirigidas a incluir la diversidad, finalmente los esfuerzos y adaptaciones sirven para todos y todas, como dice María Victoria Troncoso en su artículo sobre Catequesis para jóvenes con síndrome de Down: “ni frenar o aburrir a quienes pueden ir más deprisa, ni desmotivar y hacer que se sientan mal quienes van más despacio”.

La participación de personas en situación de discapacidad en la Iglesia no es una acción bondadosa ni un favor, sino que, tal como hace referencia la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, es un derecho a la participación efectiva en la comunidad y al acceso a la información con adaptaciones y ajustes razonables, de manera de ejercer sus derechos en forma activa y autodeterminada.

El desafío está en reconocer que las barreras discapacitantes existen y que son modificables, entonces, la invitación es a usar la creatividad, la flexibilidad, la tecnología y por sobre todo, el convencimiento de que pueden más de lo que creemos, además de entregarles la oportunidad de enamorarse de Jesús, y si así lo deciden, participar activamente en la Iglesia y que ello sea una maravillosa experiencia de vida.

¿En mi comunidad o parroquia hay personas en situación de discapacidad a las que pueda invitar a participar de la misa o que requieran de catequesis? ¿qué hago yo para incluir en la sociedad a las personas en situación de discapacidad cognitiva?

«El Sacramento es un don y la liturgia es vida: ante aún de ser comprendida racionalmente, ella pide ser vivida en la especificidad de la experiencia personal y eclesial. En ese sentido, la comunidad cristiana está llamada a obrar con el fin de que cada bautizado pueda tener experiencia de Cristo en los Sacramentos.».

Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en un congreso para personas con discapacidad, organizado por la Conferencia Episcopal Italiana, Italia, Junio 2016.

Macarena Lizama Calvo
Pediatra, Profesora de la Facultad de Medicina y directora del Centro Síndrome de Down de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

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