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Desafíos y oportunidades de las universidades católicas en el siglo XXI

Bárbara Loeb L.

Año VI, N° 130

viernes 7 de junio, 2024

“Los números no deben generar confusión. No se trata de aspectos cuantitativos los que garantizarán una fidelidad a la misión. Es el alma, la esencia, la que se debe preservar”.

Una universidad católica debe responder a los desafíos propios de su nombre. En cuanto universidad, se consagra a la enseñanza y formación de personas, a la generación de conocimiento, y a la difusión del mismo; desde una mirada racional, busca la verdad. En cuanto a universidad católica, se dedica igualmente por entero a la búsqueda de la verdad a través del cultivo de las diferentes disciplinas pero, como lo explicita Ex Corde Ecclesiae (ECE), indagando a la vez sus relaciones esenciales con la Verdad suprema, que es Dios. Es decir, agrega la dimensión de la fe.

Los miembros de la sociedad chilena que se declaraban por sobre un 90% católicos hace un par de décadas atrás, hoy en día lo reconocen en menos de un 40%.

Fe y razón, presentes en una universidad católica, parecen arrastrar una tensión histórica, debatida en muchas instancias a lo largo de siglos. En el inciso 17 de la mencionada Ex Corde Ecclesiae, Constitución Apostólica del año 1990 de S.S. Juan Pablo II sobre las universidades católicas, se explicita una solución integradora de ambos aspectos: “… la Universidad Católica debe comprometerse, más específicamente, en el diálogo entre fe y razón, de modo que se pueda ver más profundamente cómo fe y razón se encuentran en la única verdad. Aunque conservando cada disciplina académica su propia identidad y sus propios métodos, este diálogo pone en evidencia que la investigación metódica en todos los campos del saber, si se realiza de una forma auténticamente científica y conforme a las leyes morales, nunca será en realidad contraria a la fe, porque las realidades profanas y las de la fe tienen su origen en el mismo Dios”.

A más de 30 años de dicha Constitución, en pleno siglo XXI, los vertiginosos cambios culturales, que exaltan la racionalidad y la eficiencia y dejan menos espacio a la búsqueda de sentido, producen un desbalance y generan mayor presión sobre la naturaleza y misión propia de una universidad católica. Lo religioso, a nivel global y local, ha dejado de ser primordial en la vida de las personas. Específicamente, los miembros de la sociedad chilena que se declaraban por sobre un 90% católicos hace un par de décadas atrás, hoy en día lo reconocen en menos de un 40%. Estos índices se reflejan también en las comunidades de las universidades católicas, donde los que profesan la fe se alejan de ser mayoritarios. Factores como este ¿ponen en peligro la identidad institucional?

Los miembros de la comunidad que profesan la fe católica, de la mano con los que la respetan, están llamados a construir juntos un ambiente que permita el ser auténticamente universidad, y el ser auténticamente católica.

El Papa Benedicto XVI, el año 2009, dijo: “En la compleja realidad social y cultural, la Universidad Católica está llamada a actuar con la inspiración cristiana de los individuos y de la comunidad universitaria como tal; con la incesante reflexión sapiencial, iluminada por la fe, y la investigación científica; con la fidelidad al mensaje cristiano tal como está presentado por la Iglesia; con el compromiso institucional al servicio del pueblo de Dios y de la familia humana, en su camino hacia la última meta”.

Por tanto, los números no deben generar confusión. No se trata de aspectos cuantitativos los que garantizarán una fidelidad a la misión. Es el alma, la esencia, la que se debe preservar. Es el cristianismo llevado a la vida, la consecuencia con lo que se cree, lo que debe respirarse en los pasillos de nuestras universidades católicas. Los miembros de la comunidad que profesan la fe católica, de la mano con los que la respetan, están llamados a construir juntos un ambiente que permita el ser auténticamente universidad, y el ser auténticamente católica. El generar conocimiento y el reflexionar sobre los aspectos éticos del mismo. El buscar la excelencia respetando los tiempos y la realidad de cada persona. El proyectar el conocimiento generado hacia la sociedad, aportando a su desarrollo y crecimiento.

Como parte de la comunidad de una universidad católica, ¿cómo aporto a su misión?, ¿a la generación de un ambiente de inspiración cristiana?, ¿a la creación y proyección del conocimiento? Como miembro externo, ¿qué espero de una universidad católica? ¿me interpreta su identidad?

“No se cansen de seguir adelante, siempre adelante con la misión tan hermosa de las universidades católicas. Lo que les da identidad no es la mera confesión católica —que es sólo un aspecto, pero no el único—, es quizá ese humanismo auténtico, el humanismo que hace comprender que el hombre tiene valores y que estos deben respetarse. Pienso que esto es lo más hermoso y lo más grande de vuestras universidades”.

Papa Francisco, con motivo del centenario de la Federación Internacional de Universidades Católicas, FIUC, enero de 2024.

Bárbara Loeb L.
Profesora de la Facultad de Química y de Farmacia, Pontificia Universidad Católica de Chile

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