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El corazón que transforma al mundo

Mariane Krause J.

Año VII, N° 185

viernes 27 de junio, 2025

El Papa Francisco visualiza al Corazón de Jesús como un modelo de vida que cambia nuestras relaciones humanas, inspirándonos para servir y comprometernos con la justicia, a no mirar hacia el lado ante el dolor ajeno.

El Papa Francisco nos dejó como gran último regalo su carta encíclica Dilexit nos . Su mensaje ilumina desde el amor divino, para llevarnos al amor en la relación con otros y a la posibilidad de transformar nuestra sociedad.

Amar a los demás implica construir un mundo más justo y fraterno, invita a tejer lazos con otros, a ser inclusivos, reconociendo la dignidad de cada persona.

¿Por qué querríamos transformar la sociedad? El documento es claro y profundo en su crítica social y cultural del mundo actual: denuncia la carrera por el éxito individual y la superficialidad, denominándola “alienación social”; e incluso habla de «pecados sociales», entendidos como la sumatoria de estructuras que producen desigualdades y sufrimiento. Citando a San Juan Pablo II, afirma que “la repetición de estos pecados contra los demás muchas veces termina consolidando una “estructura de pecado” que llega a afectar el desarrollo de los pueblos” (Sollicitudo rei socialis, 36). Frente a esto, propone situar a Cristo en el centro, no solo de nuestra fe, sino también de nuestras decisiones, nuestros vínculos, nuestro modo de organizarnos como sociedad, para aportar a la construcción de una “civilización del amor” (San Juan Pablo II. Catequesis , 8 de junio de 1994).

El Papa Francisco visualiza al Corazón de Jesús como un modelo de vida que cambia nuestras relaciones humanas, inspirándonos para servir y comprometernos con la justicia, a no mirar hacia el lado ante el dolor ajeno. Esta actitud es una fuerza transformadora que ayudará a superar la violencia, el odio y la guerra, para construir una sociedad más pacífica.  Amar a los demás implica construir un mundo más justo y fraterno, invita a tejer lazos con otros, a ser inclusivos, reconociendo la dignidad de cada persona.

Dilexit nos es una invitación a dejar que el amor nos impulse a cambiar el mundo, comenzando por lo más cercano: nuestras relaciones humanas, nuestras decisiones, nuestras actitudes.

En su encíclica, Francisco también nos habla de reparación a través de poner el corazón en el centro. Reparar es un acto de amor, mediante el que deseamos sanar lo roto y nos abocamos a reconstruir. Nuestro mundo tiene múltiples heridas, manifestadas en la violencia, la desigualdad y la exclusión. Reparar significa, entonces, comprometerse activamente con la justicia, con la paz y con la reconciliación. Jesús no se quedó mirando el sufrimiento desde lejos: lo cargó sobre sus hombros y lo transformó en amor. “Nuestras comunidades, solo desde el corazón, lograrán unir sus inteligencias y voluntades diversas y pacificarlas para que el Espíritu nos guíe como red de hermanos, ya que pacificar también es tarea del corazón” (DN, 28). Reparar es implementar “actos de amor, de servicio, de reconciliación” (DN, 184), haciéndonos sensibles a las necesidades de los demás y comprometidos con la construcción de un mundo mejor.

También nos llama a cuidar el planeta, entendiendo que la crisis ambiental es un problema social que requiere de una respuesta basada en el amor y la solidaridad, hacia las futuras generaciones.

En síntesis, Dilexit nos es una invitación a dejar que el amor nos impulse a cambiar el mundo, comenzando por lo más cercano: nuestras relaciones humanas, nuestras decisiones, nuestras actitudes. Es una invitación a vivir ese amor a través del compromiso con la justicia, la solidaridad y el cuidado de la casa común, para construir un mundo más fraterno y humano.

¿De qué manera estoy poniendo el corazón en el centro de mis relaciones con los demás? ¿Cuáles son mis mayores desafíos para extender el amor más allá de lo que me resulta familiar y cercano?

«Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.»

Efesios 3,17-19.

Mariane Krause J.
Prorrectora de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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