Otras reflexiones

Peregrinar en tiempo jubilar: Camino de fe y gratitud

Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14,6), por lo que los cristianos siempre estamos llamados a acompañar a Jesús en el camino, en su peregrinación hacia el Reino. En este tiempo jubilar, caminar al santuario con otros peregrinos y con nuestros seres queridos cobra un significado especial.

Habemus Papam: León XIV

Se corrieron las cortinas de la Logia de la Bendición y el cardenal Dominique Mamberti pronunció aquellas dos palabras que anhelábamos escuchar: Habemus Papam. León XIV, el nombre que eligió Robert Francis Prevost Martínez, quien fue el prefecto del Dicasterio para los obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, tiene mucho que decirnos.

Los talentos y la música

"Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dándole a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad. Luego el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo" (Mt. 25 14, 30).

Cuando el Papa Francisco habló para la UC

El ritmo acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista. Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro».

El dolor, la resiliencia y la importancia de la fe en Dios

Hernán de Solminihac

Año VI, N° 124

viernes 26 de abril, 2024

“La vida nos enfrenta a desafíos y momentos dolorosos que, en ocasiones, parecen ser difíciles de sobrellevar. Nos ponen a prueba, nos sacuden hasta lo más profundo. Es en esos momentos donde descubrimos la verdadera fortaleza de la humanidad y la importancia de la fe en Dios”.

La pérdida de un ser querido es una experiencia extraordinariamente dolorosa, que deja una marca imborrable en nuestras almas. La experimenté en forma personal con la muerte de quien fue mi esposa por casi cuarenta años, lo que significó un golpe devastador no sólo para mí, sino para todos quienes la amamos y admiramos. Su legado trascendió su vida personal, abriendo paso a la paridad en el mundo empresarial y dejando una huella imborrable en la historia de nuestra familia, la que quedó plasmada en el libro “La vida golpea (a veces demasiado) fuerte”. Su partida no solo fue la pérdida de una persona querida, sino también el comienzo de un proceso de duelo y búsqueda de sentido en medio de la oscuridad. En este proceso, la fe se convierte en un faro que ilumina el camino hacia la aceptación y la paz interior, ayudándonos a encontrar significado en medio de la pérdida. Aquí es donde la conexión con Dios adquiere una dimensión especial, de afirmación de la vida y de la creencia en un amor que perdura más allá de la separación física.

Uno de los pasajes más conmovedores del libro es la esperanza que compartíamos de ver a nuestra hija recuperarse de un trágico incidente. Nuestra hija, la mayor de cuatro hermanos, sufrió una trombosis que bloqueó sus pulmones y le provocó múltiples paros cardíacos, resultando con un daño cerebral severo y la pérdida de su segundo bebé. La búsqueda de ayuda y un milagro se convirtieron en una lucha desesperada que, lamentablemente, mi esposa no pudo continuar… murió de pena, por no encontrar algún tratamiento que ayude en la recuperación de nuestra hija.

Es en esos momentos de fragilidad que nuestra humanidad se revela y extendiendo una mano amiga o simplemente escuchando con atención, podemos marcar la diferencia en la vida de alguien.

Ante situaciones muy dolorosas, como la pérdida de un ser querido, nos preguntamos una y otra vez, ¿por qué a mí? Esta pregunta es un eco que resuena en el corazón de todos los que hemos enfrentado pérdidas y tragedias. No hay respuestas fáciles, pero la reflexión y la búsqueda de significado pueden ayudar en este proceso. No podemos cambiar el pasado, no podemos encontrar culpables, pero podemos aprender de estas experiencias y encontrar la felicidad en el trayecto o el camino, y no solo al final del camino o cuando se alcanza una meta.

Incluso en medio de la oscuridad más profunda, la vida sigue su curso. Debemos valorar cada momento, no dejar pasar la oportunidad de abrazar a nuestros seres queridos y, desde lo alto, encontrar la fuerza para enfrentar los desafíos más difíciles. En una sociedad a menudo anestesiada por la rutina y la indiferencia, estamos llamados a despertar y a ser conscientes de las batallas que cada persona lleva consigo.

Ante situaciones muy dolorosas, como la pérdida de un ser querido, nos preguntamos una y otra vez, ¿por qué a mí? Esta pregunta es un eco que resuena en el corazón de todos los que hemos enfrentado pérdidas y tragedias. No hay respuestas fáciles, pero la reflexión y la búsqueda de significado pueden ayudar en este proceso.

La fe, la esperanza, la empatía y el apoyo mutuo se elevan como virtudes invaluables. A menudo, no sabemos qué luchas enfrentan nuestros compañeros de viaje en la vida. Es en esos momentos de fragilidad que nuestra humanidad se revela y extendiendo una mano amiga o simplemente escuchando con atención, podemos marcar la diferencia en la vida de alguien.

En medio de este testimonio, el libro nos regala un mensaje de esperanza. Nos recuerda que, a pesar de los golpes duros que la vida pueda propinarnos, siempre hay una oportunidad para sanar y encontrar la paz. A veces, la resiliencia nace de las tragedias más profundas y la luz brilla con más fuerza en la oscuridad, con el apoyo de la familia, los amigos y la fe en Dios.

«La vida golpea (a veces demasiado) fuerte» es un recordatorio de la fragilidad humana, pero también es una invitación a la fortaleza interior. Nos insta a encontrar la belleza en la imperfección de la vida y a abrazar cada momento con gratitud. Incluso en los momentos más oscuros, podemos encontrar la fuerza para seguir adelante y, en algún rincón, descubrir momentos de felicidad. La vida puede golpear fuerte, pero también nos da la capacidad de sanar y encontrar la paz, un mensaje de esperanza que todos necesitamos recordar en tiempos de adversidad.

En momentos de pérdida y dolor profundo, ¿la fe y la conexión con lo divino pueden desempeñar un papel fundamental en el proceso de duelo? Cuando nos enfrentamos al desconcierto y la tristeza que la pérdida inevitablemente trae consigo, ¿la fe se convierte en un faro que guía nuestros pasos? En esos momentos difíciles, ¿la conexión con Dios adquiere una dimensión especial? La importancia de la fe y de Dios durante el duelo, ¿es un acto de afirmación de la vida y de la creencia en un amor que perdura más allá de la separación física?

 

“El sufrimiento, cuando se abraza con fe y amor, se convierte en una ofrenda valiosa que contribuye a la redención del mundo. La unión con Cristo en el sufrimiento no solo ofrece consuelo en medio de la aflicción, sino que también permite que el sufrimiento humano despliegue su potencial salvífico en la historia de la humanidad”.

Párrafo del texto Salvifici Doloris del Papa Juan Pablo II.

Hernán de Solminihac
Profesor titular de Ingeniería UC, miembro del Comité Ejecutivo Clapes UC y presidente del Colegio de Ingenieros de Chile

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