Con alegría y profundo sentido de comunión vimos el pasado jueves el humo blanco que salía de la chimenea de la Capilla Sixtina. Muchos fieles corrían hacia donde hubiese una televisión encendida, otros miraban en su celular mientras transitaban, quizás con el riesgo de tropezarse. En nuestro Campus San Joaquín, al sonar de las campanas, instintivamente varios nos fuimos al Templo para rezar y esperar juntos la noticia. Fue emocionante ver cómo crecía la expectativa entre tantos jóvenes. Señales de que la Iglesia está viva.
Fue nombrado obispo de Chiclayo en 2015 y adoptó como lema In Illo uno unum, haciendo alusión a las palabras de San Agustín para explicar que, aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno.
Poco más de una hora después se corrieron las cortinas de la Logia de la Bendición y el cardenal Dominique Mamberti pronunció aquellas dos palabras que anhelábamos escuchar: Habemus Papam. León XIV, el nombre que eligió Robert Francis Prevost Martínez, quien fue el prefecto del Dicasterio para los obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, tiene mucho que decirnos. Nos recuerda a León XIII (1878-1903), el pontífice que marcó el rumbo de la Iglesia en un cambio de siglo a través de la preciosa encíclica Rerum novarum, escrita en plena revolución industrial, que marcó el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia y que ofrece un mensaje todavía actual sobre la dignidad, el valor del trabajo, de la necesaria mano de obra, las relaciones entre patrones y obreros, la necesidad de tener una jornada, un salario justo y una mejor distribución de los bienes. Hoy esperamos que el nuevo pontífice tome esta rica herencia y la actualice en un mundo que enfrenta desafíos como la guerra, la polarización, la hiperconexión, la violencia digital o el miedo a que muchos puestos de trabajo sean sustituidos por la inteligencia artificial.
En sus primeras palabras, puso el foco en dos temas centrales, la paz y la dimensión misionera: Una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente.
A los 22 años, el joven Prevost dejó una prometedora carrera para entrar a la orden de los agustinos. Luego de haber ejercido muchos años su sacerdocio en Perú y en su natal Estados Unidos, fue nombrado obispo de Chiclayo en 2015 y adoptó como lema In Illo uno unum, haciendo alusión a las palabras de San Agustín para explicar que, aunque los cristianos somos muchos, en el único Cristo somos uno.
Al ser presentado, en sus primeras palabras, puso el foco en dos temas centrales, la paz y la dimensión misionera: Una paz desarmada, desarmante y también perseverante, que proviene de Dios, que nos ama a todos incondicionalmente. Luego advirtió: El mundo necesita de su luz (de Cristo); la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzada por el amor de Dios. Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo, siempre en paz.
Habló también de la vocación misionera de la Iglesia, dando continuidad a la invitación de Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium. Y cómo no hacerlo si desde muy joven como sacerdote estuvo recorriendo lugares muy apartados en el Perú para llevar la Buena Noticia del evangelio. Conmueve ver fotos del entonces padre Roberto montando a caballo, visitando y haciéndose uno más dentro de comunidades de difícil acceso. Varios frailes, sacerdotes y algunos obispos siguieron su vocación gracias a su apostolado y acompañados espiritualmente por él, su pastor, su obispo y su hermano.
Acojamos a nuestro Papa y busquemos ser agentes de una Iglesia que construye puentes de diálogo, siempre dispuesta y abierta a recibir, como esta plaza, con los brazos abiertos a todos. A todos los que tienen necesidad de nuestra caridad, de nuestra presencia, de diálogo y amor, como nos dijo León XIV en su primer mensaje.
¿Cómo recibes el nombramiento de León XIV? ¿Cómo resuena en ti su primer mensaje? ¿De qué manera responder al llamado que nos hace el Papa a ser una iglesia sinodal que construya puentes de diálogo?