El tiempo que estamos viviendo plantea exigencias particulares en el seguimiento de Cristo y su caridad nos urge, exigiéndonos que frente a situaciones excepcionales tengamos respuestas excepcionales. Nos invita a que desarrollemos los sentidos y podamos ver y oír la presencia y las necesidades de otros, a tener la disposición a aproximarnos a los demás, sentir su presencia y conocer de un modo más rico y sensible los retos y desafíos que a diario nos pone la vida y la invitación a la santidad que ello supone para quien sigue y quiere caminar con Cristo.
San José que aparece como una figura iluminadora para estos días, pues expresa la santidad de quién no busca ser protagonista.
Quien caminó con Jesús durante muchos años fue San José que aparece como una figura iluminadora para estos días, pues expresa la santidad de quién no busca ser protagonista, de quien está dispuesto a dar todo de sí para cuidar a María y a Jesús, que escucha y discierne, que desde el silencio y el ejercicio de la libertad cotidiana enseñó a su hijo un oficio, la piedad y a vivir como un hombre de su tiempo. La Iglesia consagró a San José como patrono hace 150 años atrás, de manera oficial y formal pues desde mucho antes esa figura sólida, generosa, valiente, silenciosa y atenta a los demás estuvo presente en la vida cotidiana de los cristianos. Se trata de un santo doméstico que vive con su familia y sirve a Dios y a los demás con su trabajo cotidiano realizando al mismo tiempo la tarea única de criar al Redentor.
El papa Francisco ha recordado este aniversario con su Carta Apostólica Patris Corde, con corazón de padre, del pasado 8 de diciembre. El Papa presenta en ella la figura de San José y su sólido y discreto magisterio. Francisco nos muestra a José como padre amado, con un lugar único en la historia de la salvación, destacando luego como es padre de la ternura y sus manifestaciones que enriquecen la vida, para también destacar su ejemplar obediencia, su generosa capacidad de acoger y enseñar. Especialmente significativa es la referencia a su valentía creativa. Escribe Francisco: “Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar” (Patris Corde, 5).
Francisco nos muestra a José como padre amado, con un lugar único en la historia de la salvación.
San José nos resulta particularmente próximo pues, en el tiempo que vivimos, su presencia y ejemplo se proyectan de muchas formas. El Papa destaca que “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes -corrientemente olvidadas- que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo”. Francisco añade “Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos”. Es un modo de denotar y de presentar la figura de San José como nuestro contemporáneo, como nuestro padre y compañero en las horas difíciles para la humanidad. Nos propone Francisco “Todos pueden encontrar en San José – el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta- un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”
¿Qué es el heroísmo cristiano? ¿Cómo vivirlo? El elocuente silencio de San José representa un ejemplo sobresaliente, sencillo y sólido, valiente y creativo, generoso y atento a servir dando un ejemplo del ideal que Jesús anunciaría en la tierra.