Otras reflexiones

La esperanza nos impulsa a amar

“Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. (…) Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza“. (Papa Francisco)

El Espíritu nos empuja al desierto

“El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido” (Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2024).

Transfiguración: una escuela de amistad

“Somos una sociedad muy acostumbrada en pensar la felicidad como un sentimiento personal, una emoción, algo que, por lo tanto, se experimenta en soledad, como individuos. Por eso quizás resulte sorpresiva la afirmación que para que una vida sea feliz es necesario que una persona tenga amigos”.

8 de marzo, Día Internacional de la Mujer: Historia y significado de un día

“El Día Internacional de la Mujer no solo conmemora las luchas históricas, sino que también se constituye como una jornada de reflexión donde se renueva el compromiso de respetar la dignidad de la mujer”.

Una invitación a pensar pero con el corazón

Cristián Núñez D.

Año VI, N° 159

viernes 27 de diciembre, 2024

«El amor del corazón de Jesús para con los hombres, el amor que muestra en su pasión, ése es el que nosotros hemos de tener para con todos los humanos», Dilexit nos, 179.

Imaginemos a dos personas que, llegando del trabajo, escuchan algunas de las tantas noticias que hoy abundan en los medios de comunicación. Por ejemplo, esa lamentable estadística que revela que el suicidio es la segunda causa de muerte en jóvenes chilenos de entre 15 y 29 años. El primer oyente, tras escucharla, se detiene un instante, aparta su taza de té, pero rápidamente retoma su rutina en las redes sociales, poniéndose al día con las novedades del reality del momento. El segundo, en cambio, queda profundamente conmovido. No puede comprender cómo, en un período de la vida donde abunda la energía para conquistar al mundo, algunos jóvenes llegan a un nivel de sufrimiento tal que consideran dejar de vivir. Piensa en sus propios hermanos, hijos o amigos de esa edad que quizás con una palabra de aliento podría aliviar, aunque sea un poco, la tristeza que los abruma. La noticia le impacta tan profundamente que no logra apartar este pensamiento: siente la necesidad urgente de actuar, de hacer algo, de ir al encuentro.

Acercarse a la realidad con el corazón… implica un compromiso con el otro, pero no desde una emoción efímera, sino que un compromiso que involucra también al intelecto y la voluntad.

Pues bien, de acuerdo con santa Edith Stein y su tradición hebrea, en contraste con la indiferencia del primer oyente, el segundo sería una persona que pensó con el corazón. La noticia escuchada “ha penetrado profundamente en el íntimo de su ser. La comprensión tiene lugar en esta profundidad y puesto que toda la fuerza espiritual vive en esta profundidad, penetra la comprensión en todo lo que se relaciona con ella, en ‘la gravedad de las consecuencias’ del suceso. Se trata de un pensar en el que se encuentra comprometido ‘el ser humano entero’” (Edith Stein, Ser finito, ser eterno, 368).

Es común atribuir al corazón el lugar donde se experimentan las emociones, pero no se habla tanto de él como el órgano desde donde se piensa. Y quizás es en este equívoco donde reside una de las causas de la fragmentación actual de la sociedad. Claro está que aquí no nos referimos al corazón solo en cuanto órgano vital, sino a todo lo que él representa, simbólicamente. Es a este corazón al que el papa Francisco, en su reciente encíclica Dilexit nos, invita a regresar: “apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones” (Dilexit nos, 9).

La noticia escuchada “ha penetrado profundamente en el íntimo de su ser. La comprensión tiene lugar en esta profundidad… Se trata de un pensar en el que se encuentra comprometido ‘el ser humano entero’”.

Acercarse a la realidad con el corazón significa dejarse afectar profundamente por ella. Implica un compromiso con el otro, pero no desde una emoción efímera, que deja de existir cuando dejo de sentir, sino que un compromiso que involucra también al intelecto y la voluntad. En su encíclica, el Papa Francisco recuerda, citando al teólogo Karl Rahner, que el corazón “es una de esas palabras originarias ‘que significan realidades que competen al hombre precisamente en cuanto totalidad (en cuanto persona corpóreo-espiritual)’” (Dilexit nos, 15). Por ello, cuando el Papa invita a contemplar el Sagrado Corazón de Jesús, está remitiendo “a la totalidad de Jesucristo en su centro unificador” y, desde allí, “contemplar a Cristo en toda la hermosura y riqueza de su humanidad y de su divinidad” (Dilexit nos, 55). De manera similar, cuando san Pablo escribe a los romanos que “la fe brota del corazón” (Rom 10,9), expresa que esta es una acción del creyente que, desde lo más profundo, involucra progresivamente todas las potencias del alma. Así, la invitación a pensar con el corazón también implica sentir, amar y actuar con él.

¿Cómo nos afecta la realidad que nos rodea y las noticias que escuchamos? ¿Es posible que, al pensar con el corazón, podamos comprometernos más profundamente con quienes nos necesitan? ¿Qué pasos concretos podemos dar hoy para vivir con una mirada que integre nuestras emociones, intelecto y voluntad en servicio a los demás?

“Dice la Biblia que ‘la Palabra de Dios es viva y eficaz […] discierne los pensamientos y las intenciones del corazón’ (Hb 4,12). De esta manera nos habla de un núcleo, el corazón, que está detrás de toda apariencia, aun detrás de pensamientos superficiales que nos confunden. Los discípulos de Emaús, en su misteriosa caminata con Cristo resucitado, vivían un momento de angustia, confusión, desesperanza, desilusión. No obstante, más allá de todo eso y a pesar de todo, algo ocurría en lo más hondo: ‘¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino?’ (Lc 24,32)”.

Papa Francisco, Carta encíclica Dilexit nos, 28.

Cristián Núñez D.
Profesor de la Facultad de Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile. Director Centro UC de Estudios Interdisciplinarios en Edith Stein

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