Otras reflexiones

Habemus Papam: León XIV

Se corrieron las cortinas de la Logia de la Bendición y el cardenal Dominique Mamberti pronunció aquellas dos palabras que anhelábamos escuchar: Habemus Papam. León XIV, el nombre que eligió Robert Francis Prevost Martínez, quien fue el prefecto del Dicasterio para los obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina, tiene mucho que decirnos.

Los talentos y la música

"Porque es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dándole a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad. Luego el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo, el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo" (Mt. 25 14, 30).

Cuando el Papa Francisco habló para la UC

El ritmo acelerado y la implantación casi vertiginosa de algunos procesos y cambios que se imponen en nuestras sociedades nos invitan de manera serena, pero sin demora, a una reflexión que no sea ingenua, utópica y menos aún voluntarista. Lo cual no significa frenar el desarrollo del conocimiento, sino hacer de la Universidad un espacio privilegiado «para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro».

¡Ha resucitado!

Los últimos siglos antes de Cristo se descubrió algo nuevo. Los griegos comenzaron a hablar de la inmortalidad del alma, diferenciando lo material, lo que queda acá, con el alma que continúa viviendo. Los hebreos no aceptaban esta idea, pero entre unos pocos judíos se empezó a difundir el concepto de una resurrección como un retorno a la vida.

Peregrinar en tiempo jubilar: Camino de fe y gratitud

Maureen Neckelmann

Año VII, N° 179

viernes 16 de mayo, 2025

Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14,6), por lo que los cristianos siempre estamos llamados a acompañar a Jesús en el camino, en su peregrinación hacia el Reino. En este tiempo jubilar, caminar al santuario con otros peregrinos y con nuestros seres queridos cobra un significado especial.

Desde tiempos antiguos, la peregrinación ha sido una expresión profunda de la búsqueda de Dios. Aunque en el mundo contemporáneo el significado de peregrinar se ha ampliado a otras motivaciones, algunas espirituales y otras no tanto, la búsqueda permanece como condición antropológica que encuentra en este acto una forma primordial. En nuestro catolicismo popular, escasamente afectado por los procesos de secularización institucional, peregrinar sigue siendo una manifestación vital de vinculación con lo sagrado, pero también con la familia y las comunidades de fe. Se trata de una cultura peregrina, que se expresa en fiestas que atraen a cientos de miles de fieles cada año, muchos de los cuales asisten sin falta, y han logrado transmitir esta tradición a sus hijos y nietos.

La peregrinación es así gratitud, y al mismo tiempo ofrenda. Su vitalidad nos recuerda la inconmensurabilidad del amor de Dios, que nos entrega a su hijo para mostrarnos el camino.

Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14,6), por lo que los cristianos siempre estamos llamados a acompañar a Jesús en el camino, en su peregrinación hacia el Reino. En este tiempo jubilar, caminar al santuario con otros peregrinos y con nuestros seres queridos cobra un significado especial: peregrinamos por gratitud frente a lo sobreabundante de nuestra existencia en Cristo y la Virgen, y para renovar la alianza con Dios, que se expresa en nuestros vínculos con los demás. El Jubileo es así una invitación a salir de nuestra comodidad para encontrarnos con lo más profundo de la condición humana, la gratitud. La alegría del sacrificio sólo se revela en la llegada al santuario, en el encuentro con la Virgen, el Santo o Cristo, que le da sentido al mundo que nos cobija y nos llama a la humildad.

Frente a esto, el evangelio de hoy nos invita a salir al encuentro del otro como es. Jesús, al encarnarse, se solidarizó con todas las personas y se identificó especialmente con los pobres que sufren hasta la actualidad. También, con aquel que se hace prójimo del caído, y ejerce la misericordia, como refiere la parábola del Buen Samaritano. Porque si amamos sólo a aquellos que nos aman, ¿qué mérito tenemos? (cf. Lc 6,32).

El Jubileo es así una invitación a salir de nuestra comodidad para encontrarnos con lo más profundo de la condición humana, la gratitud.

Recordemos al Papa Francisco, quien antes de venir a Chile nos dijo en un videomensaje: “Voy hacia ustedes como peregrino de la alegría del Evangelio, para compartir con todos «la paz del Señor» y «confirmarlos en una misma esperanza»”. Y en la bula de convocación para el Jubileo de 2025 dijo: “Pienso en todos los peregrinos de esperanza que llegarán a Roma para vivir el Año Santo y en cuántos, no pudiendo venir a la ciudad de los apóstoles Pedro y Pablo, lo celebrarán en las Iglesias particulares. Que pueda ser para todos un momento de encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, «puerta» de salvación (cf. Jn 10,7-9); con Él, a quien la Iglesia tiene la misión de anunciar siempre, en todas partes y a todos como «nuestra esperanza» (1 Tm 1,1)”.

La peregrinación es así gratitud, y al mismo tiempo ofrenda. Su vitalidad nos recuerda la inconmensurabilidad del amor de Dios, que nos entrega a su hijo para mostrarnos el camino, y que nos permite la libertad de la entrega generosa, de tiempo y esfuerzo. También es una oportunidad de dar testimonio de la travesía permanente de la piedad católica, expresada en un camino y un destino llenos de significado y esperanza.

¿Cuál es el destino de nuestra existencia y cómo podemos llenar de significado el camino que nos conduce a Él? ¿Es la esperanza un elemento que permea mi peregrinar en esta tierra? ¿Qué busco ofrecerle a Dios en este año de la esperanza?

“Ir con espíritu de oración de un lugar a otro, de una a otra ciudad, en el espacio particularmente marcado por la intervención de Dios, no solamente nos ayuda a vivir nuestra vida como un camino, sino que nos presenta plásticamente la idea de un Dios que nos ha anticipado y nos precede, que se ha puesto él mismo en camino por las sendas de los hombres, que no nos mira desde lo alto, sino que se ha hecho nuestro compañero de viaje”.

Carta del Santo Padre Juan Pablo II sobre la peregrinación a los lugares vinculados con la historia de la salvación, 1999.

Maureen Neckelmann
Profesora asistente del Programa Interdisciplinar en Estudios de la Religión. Facultad de Teología, Instituto de Sociología Pontificia Universidad Católica de Chile

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