El 4 de febrero de 2019, el Papa Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib, firmaron en Abu Dabi un histórico “Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común” que empieza con las palabras mencionadas en el recuadro. El documento es una invitación a la reconciliación y a la fraternidad, a unirse y a trabajar juntos hacia una cultura de respeto recíproco.
En el ámbito del diálogo interreligioso y ecuménico, la Iglesia Católica ha hecho un recorrido importante en los últimos años, especialmente desde el Concilio Vaticano II. En este camino los Sumos Pontífices San Pablo VI, San Juan Pablo II y Benedicto XVI han desempeñado un papel fundamental.
El Papa Francisco nos ofrece tres indicaciones fundamentales de este diálogo entre personas: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones.
Es importante aprender a abrirnos con respeto y a dialogar sinceramente con el otro para ser constructores de civilización y artesanos de paz. No hay alternativa: o construimos el futuro juntos o no habrá futuro.
Abrirnos con respeto y a dialogar sinceramente con el otro para ser constructores de civilización y artesanos de paz.
Por eso es importante promover la fraternidad. El punto de partida es reconocer que Dios está en el origen de la familia humana y quiere que vivamos como hermanos y hermanas, habitando en la casa común de la creación que él nos ha dado. El enemigo de la fraternidad es el individualismo que se traduce en la voluntad de afirmarse a sí mismo y al propio grupo por encima de los demás. Esta consideración es fundamental cuando discurrimos sobre la intrincada situación del escenario mundial, que ha llevado al Papa Francisco a hablar de una “tercera guerra mundial en pedazos”. Esto resulta especialmente relevante en nuestro País.
En el diálogo ecuménico e interreligioso es esencial que pasemos de la simple tolerancia del otro al respeto y a la estima de los demás. Porque se trata de descubrir y aceptar al otro en la peculiaridad de su fe y enriquecerse mutuamente con la diferencia, en una relación marcada por la benevolencia y la búsqueda de lo que podemos hacer juntos. El Papa san Juan XXIII amaba repetir que en la familia humana, es más lo que nos une que lo que nos divide.
En esto los cristianos de todas las Iglesias y confesiones así como los fieles de las religiones no cristianas tenemos una gran responsabilidad y podemos contribuir juntos en la edificación de una sociedad mejor para todos.
Descubrir y aceptar al otro en la peculiaridad de su fe y enriquecerse mutuamente con la diferencia.
Cuánto más urgente se demuestra la necesidad del diálogo y del encuentro entre todos los seres humanos durante la actual pandemia. ¡Nadie se salva solo! Nos advirtió el Papa Francisco y nos lo recordaron los Obispos de Chile el pasado mes de marzo.
¿Estoy dispuesto desde la riqueza de mi fe en Cristo a dialogar y colaborar con mis hermanos cristianos, con mis hermanos de otras religiones y con los hombres de buena voluntad para construir entre todos una sociedad mejor, más atenta al bien verdadero de cada persona, para ser artesanos de una nueva humanidad según el designio de Dios?