Otras reflexiones

La fragilidad y la finitud de la vida

“La fragilidad de la muerte puede encontrarse en cualquier momento y lugar: en nuestro hogar, entre los nuestros, en el día a día. A veces, un examen médico rutinario nos revela la debilidad de nuestra salud. La finitud no constituye un evento especial, excepcional y previsible. Nuestro fin puede estar en todos lados y en lo más insustancial”.

“Si Conocieras el Don de Dios”, Jn 4,10

“La vivencia de los sacramentos tiende hoy a postergarse: la vorágine del tiempo, la proliferación de lo digital, la facilitación de la oferta, la liquidez de las relaciones y tantos otros factores invitan a expresiones más volátiles y fugaces en la vida en general. Dentro de ello, la experiencia religiosa intenta levantar la sobrenaturalidad de lo humano, y lucha por mostrarnos el don de Dios expresado en la faz de Jesús de Nazaret”.

“Vulnerabilidad humana y responsabilidad por los demás”

“Y, por otro lado, si hemos de decir la verdad, nadie aspira a ser ese ser humano vulnerable al que aludimos, ya sea anciana, niño, pobre, migrante, discapacitada, o expuesto. No es popular el ser vulnerable en el ideario social contemporáneo”.

Hablar de vocación es hablar de un llamado al amor

“La vocación es un llamado que Dios hace en lo más íntimo de nuestro ser. Es un llamado a la plenitud. Es un llamado único y original que tiene relación con los anhelos más profundos que Dios ha puesto en el corazón de cada uno de nosotros”.

Acompañar es un acto de dignidad y amor

Rina González Rodríguez

Año III, Nº 42.

viernes 23 de abril, 2021

"...viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó (Lucas 10,35)"

Acompañar es un pilar fundamental en el cuidar a otro y es una tarea de todos: de padres, hermanos, amigos, profesionales, agentes pastorales, entre otros, que realizan acciones especiales, las cuales al margen de si son terapéuticas, parentales, deportivas o espirituales todas suponen un camino de encuentro entre personas, donde uno acompaña y otros son acompañados en el transcurso de la vida.

La palabra acompañamiento deriva del latín cum-panis que desde una relación simbólica se podría expresar como “comer pan juntos”. En el caso de problemas de salud, J.C Bermejo describe el acompañamiento como sentarse a la mesa emocional y espiritual de la persona enferma y su familia, donde es posible compartir sentimientos, preocupaciones, esperanza: todo lo que hay en el mundo interior de las personas, accediendo de esta manera a la dimensión espiritual. Ésta última, desde mi perspectiva, es el elemento integrador de las dimensiones física emocional y relacional de la persona.

Quien cuida a otro debe considerar las propias experiencias de vida relacionadas con el dolor y sufrimiento para comprender lo que el otro siente y como la situación vivida lo impacta.

Acompañar es un arte, es una tarea llena de sentido y significados, especialmente en el momento en que se pone de manifiesto en plenitud la fragilidad tanto de la persona que está sufriendo por situaciones de vida complejas, que amenazan su integralidad, como de quien lo acompaña. Quien cuida a otro debe considerar las propias experiencias de vida relacionadas con el dolor y sufrimiento para comprender lo que el otro siente y como la situación vivida lo impacta.

Como dice Enric Benito en El acompañamiento espiritual en cuidados paliativos “En el proceso de acompañamiento se debe reconocer a la persona como un alguien herido, pero también poseedor de sus propios recursos que le permiten crecer y madurar en la crisis que enfrenta, y que se encuentra con el sanador, que al mismo tiempo es portador de sus heridas, lo que Henri Nouwen denominó como el sanador herido”. Se debe destacar que en este hecho el acompañante y el acompañado, comparten desde su, dignidad, la condición de fragilidad, de necesidad y con capacidad de trascender.

Lo prioritario es acompañar a la persona, atender su corazón, para desde allí hacerle descubrir el torrente de amor con el que ha sido creada y que está llamada a vivir y compartir en plenitud”.

Como se menciona el acompañar como un arte debe ser lo más excelente posible, realizando la tarea de manera eficaz. El papa Francisco en Amoris Laetitia nos invita a que seamos expertos en acompañar y es en la familia, el lugar donde iniciamos el aprendizaje de vivir nuestras emociones, de empatizar con el otro, de comunicarnos a través de las palabras, del silencio, de aprender a consolar y alcanzar virtudes tan necesarias para el acompañamiento como la compasión y la ternura. “Un buen acompañamiento pasa por poner a la persona en el centro del proceso. Lo importante no son las situaciones vividas o los condicionamientos que puedan suscitar unas actitudes u otras. Lo prioritario es acompañar a la persona, atender su corazón, para desde allí hacerle descubrir el torrente de amor con el que ha sido creada y que está llamada a vivir y compartir en plenitud” (Magisterio papa Francisco)

En el ámbito de la salud el acompañamiento ha estado por siempre presente como un elemento de humanización, y se ha experimentado que el desarrollo de los cuidados paliativos de alguna manera ha contribuido a darle a este, mayor visibilidad y protagonismo. No solo al final de vida es importante acompañar sino también debe estar presente en todos los niveles de la atención en salud. En este ámbito es necesario abordar la soledad con el acompañamiento personal, el sufrimiento y la pérdida del sentido con el acompañamiento espiritual y la necesidad de la conexión con Dios con el acompañamiento pastoral.

¿Cómo dejarnos interpelar por el Magisterio del papa Francisco para crecer y comprender el alcance que tiene el acompañar en todo momento de la vida, especialmente en situaciones de crisis? ¿Cómo hacer llegar la propuesta de Jesús e impregnar nuestra cultura con el verdadero sentido del acompañar al otro?

“…el arte del acompañamiento que se caracteriza por la delicadeza con que se acerca a la tierra sagrada del otro; así nuestro caminar tendrá el ritmo sanador de la proximidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.”
Papa Francisco
Audiencia General agosto 2019

Rina González Rodríguez
Profesora de la Escuela de Enfermería UC

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