Otras reflexiones

La alegría de la santidad que perdura

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

¿Existe el mundo que todos anhelamos?

“En la Iglesia se requiere de católicos activos y formados. Católicos que, con mucha humildad, y sin arrogancias, sepan actuar, en la sociedad que nos toca compartir, con fe y esperanza en Dios”.

¿Es Chile un país del Espíritu?

“Chile no sería Chile sin la fuerza creadora, unificadora y vivificadora de Dios, esa fuerza tiene un nombre: el Espíritu Santo. Él se ha adelantado a todos los que hemos habitado esta tierra, ha sostenido nuestra unidad y nos sigue ofreciendo vida en abundancia”.

Primavera. Vida nueva, certeza y esperanza

“Nuestro país celebra su día nacional en la época en que todo florece. La fiesta se hace protagonista y desplaza todas las preocupaciones, los resultados y la productividad. Estar y ser con otros en una comunión que nos regala pertenencia, ser un pueblo en la diversidad”.

Construyamos la paz

M. Elena Pimstein

Año VI, N° 122

viernes 12 de abril, 2024

“Se ha normalizado una serie de situaciones en las que la violencia es el común denominador. La violencia en todas sus formas destruye la convivencia social, la democracia, atentando gravemente contra los derechos humanos y el bien común”.

En una cuenta no exhaustiva, entre los años 2016 y 2022, se registraron en Chile más de 90 ataques incendiarios a lugares de culto predominantemente cristianos. Se trata de una situación inimaginable años atrás.

Esta es una de las amenazas y perturbaciones que sufre la libertad de religión y creencias en nuestro país. Este tipo de atentados ha significado que Chile haya sido incluido en el listado de “países en observación” del Informe de Libertad Religiosa de Ayuda a la Iglesia que Sufre de 2023 (ACN) -por primera vez desde que se realiza dicho Informe-; es decir, en el de países en los que se observan factores preocupantes de aparición reciente, que podrían conducir a un mayor deterioro de la libertad religiosa.

Con el transcurso del tiempo, hemos perdido la capacidad de sorprendernos frente a este tipo de hechos. Se ha “normalizado” una serie de situaciones en las que la violencia es el común denominador. La violencia en todas sus formas destruye la convivencia social, la democracia, atentando gravemente contra los derechos humanos y el bien común.

Las iglesias y las capillas son lugares sagrados tras la dedicación o bendición litúrgica correspondiente. Son lugares que permiten alejarse de lo cotidiano para elevar la mirada y el espíritu hacia Dios.

La construcción de lugares de culto es una de las dimensiones en las que se expresa la libertad de religión y creencias. Se trata de una de las primeras libertades, que se funda en la dimensión espiritual de todo ser humano, que busca respuestas para las grandes preguntas que lo inquietan sobre Dios, la naturaleza, las relaciones humanas, el sentido de la vida y de la muerte.

Para los católicos, no se trata de lugares como cualesquiera otros. Las iglesias y las capillas son lugares sagrados tras la dedicación o bendición litúrgica correspondiente. Son lugares que permiten alejarse de lo cotidiano para elevar la mirada y el espíritu hacia Dios. Son espacios de encuentro, con ese Dios Padre que está esperando a sus hijos muy queridos y con Jesús que dio su vida por todos nosotros y habita en el Sagrario.

Todos anhelamos “pertenecer” y ser acogidos en una comunidad, con virtudes y defectos, aciertos y desaciertos, donde se pueda compartir penas y alegrías.

Son también lugares de encuentro de una comunidad, comunidad que con su tiempo y esfuerzo los ha construido. Muchos han tardado años en ser levantados. Son testimonio de los antepasados que dejaron parte de su historia en ellos. Su destrucción no es sólo un asunto del presente, sino que representa una ruptura con el pasado.

Son espacios de comunión donde los hombres y las mujeres, los niños, las niñas y las familias crean vínculos entre sí; donde adquieren un sentido de comunidad y de pertenencia. Todos anhelamos “pertenecer” y ser acogidos en una comunidad, con virtudes y defectos, aciertos y desaciertos, donde se pueda compartir penas y alegrías. Es esa pertenencia la que ayuda a dar sentido a la vida; y aunque esas iglesias y capillas estén destruidas físicamente, la Iglesia no lo está. La Iglesia de Jesucristo no es un “lugar”. Es una comunidad de fieles que comparte una misma fe y unos mismos fines.

San Francisco de Asís en el siglo XII sintió que Dios le encargaba “reconstruir su Iglesia”. Ese llamado a la reconstrucción física y espiritual también resuena hoy para todos los miembros de la Iglesia. El aporte consiste en buscar y hacer el bien, en ponerse en el lugar del otro, en ayudar cada vez que sea posible sin eludirlo ni buscar la recompensa, en tratar a los demás como nos gustaría ser tratados por ellos. En definitiva, amar al prójimo como a uno mismo y en ser instrumentos de paz, tal como lo dice la oración atribuida a San Francisco. Sólo cuando hay paz en el corazón se erradica el odio y la violencia.

Sólo es posible reconstruir las iglesias siendo instrumentos de paz. ¿Qué estamos haciendo para encontrar esa paz y aportarla a la sociedad?

“Donde haya odio, ponga yo amor; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya duda, ponga yo la fe, donde haya desesperación, ponga yo esperanza; porque dando se recibe, perdonando se es perdonado y muriendo se resucita a la vida eterna”.

Hazme un Instrumento de tu Paz, San Francisco de Asís.

M. Elena Pimstein
Profesora de la Facultad de Derecho UC, Directora del Centro UC Derecho y Religión

Comparte esta reflexión