Otras reflexiones

Inteligencia artificial con rostro humano

La IA no es solo un conjunto de herramientas: implica modelos de sociedad. No actúa por sí misma; es diseñada, entrenada y utilizada por personas, dentro de sistemas que con frecuencia reproducen desigualdad, exclusión o anonimato. Por eso, la tecnología necesita ser iluminada por la fe cristiana.

Cardenal San John Henry Newman, un nuevo doctor de la Iglesia

Newman (1801-1890), pastor anglicano converso a la Iglesia, es uno de los pensadores más versátiles del siglo XIX. Fue un prolífico escritor y una de las mentes más brillantes de su tiempo. Es considerado como un humanista en el más pleno sentido de la palabra.

Ser misionero hoy

“Ser misionero no significa, como antes, necesariamente cruzar mares, sino aprender a caminar con otros, en medio de sus dolores, alegrías y búsquedas. A mi parecer, hoy la misión tiene que ver más con una manera de estar que un lugar donde estar, con un escuchar más que con hablar, con abrazar más que conquistar".

La riqueza de las Sagradas Escrituras

“En medio de este torbellino de voces, palabras e imágenes, hay un texto que, desde hace más de dos mil años, ha proporcionado un mensaje fiable e imperecedero. Se trata de los libros de la Biblia... Los pueblos judío y cristiano han creído que en estos se comunica la palabra de Dios, la cual orienta y alimenta nuestras vidas".

El Espíritu nos empuja al desierto

Franco Rojas C.

Año VII, N° 171

viernes 21 de marzo, 2025

“El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido” (Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2024).

La Cuaresma se ha vivido como un tiempo de preparación para la Pascua, que consiste en cuarenta días, marcados por el ayuno, la oración y la caridad. Es, en este tiempo, donde se evoca una imagen bíblica llena de significado, el desierto. Esta imagen recuerda los cuarenta años que anduvo el pueblo de Israel por el desierto, los cuarenta días que estuvo el mismo Jesús en el desierto y los cuarenta días que como Iglesia hemos de vivir en este desierto.

La fe cristiana ha de ser intranquila e intranquilizante, que exige constantemente un discernimiento de la voz de un Dios que llena de vida incluso en tierras áridas.

Pero ¿qué significa andar en este desierto? ¿Por qué dicha imagen debe ser significativa hoy más que nunca? Hoy, en las sociedades actuales que relativizan el impacto y hondura vital de los símbolos, narraciones y rituales, en favor de una vida acelerada y consumista, parece necesario hacer el ejercicio de redescubrir aquellos símbolos, narraciones y rituales de la fe cristiana en la vida cotidiana. En este caso, el desierto evoca la idea de un lugar lleno de dificultades y obstáculos. No es un lugar de reposo y descanso; es un lugar de paso. El desierto en la Biblia es un lugar ambiguo, donde puede acontecer la salvación o la perdición, la vida o la muerte, e incluso el encuentro con Dios o con los demonios. En el fondo, es un lugar que brinda una experiencia de lo provisional y de tensiones en la vida.

El evangelio del 1er domingo de Cuaresma recuerda aquel lugar desconcertante, en el debate que se da entre Jesús, enviado por el Espíritu, y la voz del diablo (Lc 4,1-13). Es, en el desierto, donde luchan Jesús y el diablo; en otras palabras, se pone en juego el seguimiento de la palabra de Dios o la búsqueda del beneficio propio. El desierto se vuelve un lugar de prueba en la propia vida creyente. En el Espíritu divino, encontramos vida en el desierto, pese a la hostilidad del lugar. Una imagen clara se encuentra en nuestro país: el desierto de Atacama muestra la vida en abundancia con los campos de flores que dan color al paisaje árido. La presencia de Dios es como aquella vida que brota en terreno árido. Por otro lado, al escuchar las palabras del demonio, encontramos espejismos, paisajes de oasis que dan esperanzas de vida, pero que sólo son ilusiones que traen, al final, desesperanza, resignación y muerte. La sabiduría del Evangelio incita a estar atento a las palabras que se acogen y los caminos que se siguen, en medio de los vaivenes de la propia vida. Invita a reconocer, sobre todo para el creyente, que la fe siempre camina en un terreno provisional como lo es el desierto, como también llama a preguntarse: ¿a cuál de las voces oiré y seguiré para mi propia vida: la de Jesús o la del diablo? ¿Reconozco realmente las voces que llenan de vida en mi cotidianidad?

La presencia de Dios es como aquella vida que brota en terreno árido.

Al comenzar este tiempo cuaresmal, la Iglesia debe recordar siempre que está pasando por el desierto, sobre todo por sus múltiples crisis al interior de ella. La fe cristiana ha de ser intranquila e intranquilizante, que exige constantemente un discernimiento de la voz de un Dios que llena de vida incluso en tierras áridas. A la luz del relato de las tentaciones de Jesús, los creyentes caminan por el desierto hoy, en un campo lleno de tensiones entre el seguimiento de Cristo, que exige la confianza radical en Dios, y las fuerzas oscuras que tientan al uso individualista y abusiva con los demás. El tiempo cuaresmal es, en definitiva, un tiempo de conversión permanente y radical, de redescubrir a Dios, al otro y a uno mismo en el camino llamado vida. Esa es, en definitiva, la luz de esperanza que muestra la Cuaresma.

¿Qué desiertos hemos vivido como creyentes hoy? ¿Escuchamos al Espíritu de Dios y nos dejamos llevar por Él? ¿Discernimos los signos de nuestros tiempos para buscar la Vida en abundancia?

“En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza”.

Papa Francisco, Mensaje para la Cuaresma 2024.

Franco Rojas C.
Profesor de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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