Otras reflexiones

Las voces del desierto

A través de un viaje literario, esta columna explora la experiencia de la Residencia Artística —de académicos y estudiantes UC— en la Fiesta de la Virgen Guadalupe de Ayquina (Región de Antofagasta), la cual dio luz a una muestra artística que se inaugurará en el Campus Oriente el 13 de noviembre a las 19:00 hrs.

¿Qué palabra anhelamos?

“Ante el horror del mundo, ante el tedio cotidiano, ante la belleza que nos maravilla, queremos al menos una palabra más; desahogarnos, reencantarnos, indagar, celebrar. Y quienes fijan eso en la escritura nos ayudan a seguir nombrando y escuchando”.

Inteligencia artificial con rostro humano

La IA no es solo un conjunto de herramientas: implica modelos de sociedad. No actúa por sí misma; es diseñada, entrenada y utilizada por personas, dentro de sistemas que con frecuencia reproducen desigualdad, exclusión o anonimato. Por eso, la tecnología necesita ser iluminada por la fe cristiana.

Cardenal San John Henry Newman, un nuevo doctor de la Iglesia

Newman (1801-1890), pastor anglicano converso a la Iglesia, es uno de los pensadores más versátiles del siglo XIX. Fue un prolífico escritor y una de las mentes más brillantes de su tiempo. Es considerado como un humanista en el más pleno sentido de la palabra.

El regalo del silencio

Sonja Noll

Año VII, N° 181

viernes 30 de mayo, 2025

El silencio es como el papel en blanco que acoge nuestro pensar, el trasfondo despejado que nos permite escuchar al otro y a uno/a mismo/a. Es la pausa entre notas que da vida a la música, y son los márgenes y espacios vacíos del texto que permiten una lectura más tranquila y menos caótica.

Te invito a parar por unos segundos. A hacer silencio y escuchar. ¿Qué escuchas?

A lo mejor son las voces de tu familia, tus colegas, tus vecinos, tus mascotas… o voces mediadas por el teléfono, la radio, la tele o en línea. Quizá hay música.

Tal vez escuchas los sonidos de movimiento: de los autos y las micros de la calle, del metro, o de niños jugando.

Alguno, espero, habrá escuchado el viento en los árboles, el canto de los pájaros, el flujo del agua del mar o de un río.

Sin la claridad que otorga el silencio, es difícil llegar a reconocer la voz de Dios.

Con toda esta variedad posible, la respuesta que menos esperaría es que hayas escuchado el silencio. ¿Existe aún silencio por escuchar? ¿Se puede escuchar el silencio? Algunos dirán que no, otros que sí.

Incluso, si no hay nada en particular que escuchar, no solemos optar por oír el silencio. Preferimos, por lo general, llenar los espacios vacíos del día con música, noticias, podcasts, entretención. Para muchos de nosotros, ni siquiera quedan tiempos libres del día o “vacíos” que podamos decidir cómo llenarlos.

Nuestras vidas están llenas de exigencias, de información que procesar, además de todo lo que nos rodea en las redes. ¿Cómo reaccionar a este flujo constante? Deseamos usar bien el tiempo, también no ser excluidos de lo que está transcurriendo en nuestro alrededor, pero en todo este ajetreo, muchas veces el silencio queda fuera.

Escuchar el silencio –y escuchar en silencio-, sin embargo, nos urge. Es cada vez menos común, cada vez más necesario.

Pero ¿por qué debemos buscar el silencio? El silencio es como el papel en blanco que acoge nuestro pensar, el trasfondo despejado que nos permite escuchar al otro y a uno/a mismo/a. Es la pausa entre notas que da vida a la música, y son los márgenes y espacios vacíos del texto que permiten una lectura más tranquila y menos caótica.

Escuchar el silencio
–y escuchar en silencio–, sin embargo, nos urge. Es cada vez menos común, cada vez más necesario.

El silencio también puede ser como la luz que permite ver, que nos ayuda a identificar detalles, distinguir matices y tonalidades de la vida. Sin la luz, no vemos con claridad; sin silencio, no escuchamos con claridad.

Esta escucha en silencio es necesaria para conocer al otro, para validar y valorar su voz, para permitir que hable sin que impongamos nuestras ideas preconcebidas. Es necesario también para el autoconocimiento: sin la pausa del silencio para tomar el pulso, para estar plenamente presente, hay un riesgo de perder el contacto consigo mismo/a, de seguir ciegamente los deseos y las demandas de otros. Posiblemente más grave aún: sin la claridad que otorga el silencio, es difícil llegar a reconocer la voz de Dios. El silencio es trasfondo para toda escucha, como lo fue para Samuel, quien tuvo que aprender a decir “habla, Señor, porque escucho” (cf. 1 Sam 3,10).

Cuando nos permitimos escuchar en silencio, cuando lo buscamos para escucharnos a nosotros mismos y a los que nos rodean, nos abrimos también a la presencia de Dios. A veces es bloqueada por las muchas otras voces que claman por nuestra atención, por el vaivén constante de personas, mensajes e información que nos distraen, que nos saturan y hacen difícil apreciar lo bello, percibir lo divino.

Nos vendría bien regalarnos momentos de silencio, como hizo Jesús antes de escoger a los discípulos (Lc 6,12-13), y después de que murió Juan el Bautista (Mt 14,13). Dios mismo a veces nos regala su silencio de la presencia y de la escucha, como hizo con Elías en la cueva, acercándose no en la tormenta y el terremoto, sino en el “sonido de un silencio fino” (una traducción del texto hebreo, mientras el griego tiene una “brisa suave”). Este silencio regalado por Dios anima a Elías a cubrir su rostro y salir al encuentro (1 R 19,12) —no a un silencio de abandono, sino de espera, de escucha, de invitación.

No tengas miedo de este silencio que te recibe a la vez que te intimida. Ofrece también este silencio receptivo, oyente, atento a los seres queridos que te rodean, a ti mismo/a.

¿Buscas en tu vida momentos de silencio? ¿Escuchas al otro, a Dios, en silencio? ¿Cómo te podría ayudar la práctica del silencio en el recogimiento, en el encuentro contigo, con otros, y con Dios? ¿Qué desafíos ves en este tiempo para encontrar momentos de calma?

“Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial”.

Benedicto XVI. Mensaje para la XLVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Sonja Noll
Académica de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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