Otras reflexiones

El dolor, la resiliencia y la importancia de la fe en Dios

“La vida nos enfrenta a desafíos y momentos dolorosos que, en ocasiones, parecen ser difíciles de sobrellevar. Nos ponen a prueba, nos sacuden hasta lo más profundo. Es en esos momentos donde descubrimos la verdadera fortaleza de la humanidad y la importancia de la fe en Dios”.

Nuestra historia en la Historia

“La idea de que nuestra insignificante y poco original historia se pierda en un mar inmenso lleno de otras pequeñas historias personales de poco valor nos podría llevar a un cierto pesimismo o, al menos, a preguntarnos por el sentido de la existencia humana”.

Construyamos la paz

“Se ha normalizado una serie de situaciones en las que la violencia es el común denominador. La violencia en todas sus formas destruye la convivencia social, la democracia, atentando gravemente contra los derechos humanos y el bien común”.

Equilibrio Familiar: Una Mirada a la Corresponsabilidad

"Se levantó y tomó al niño y a su madre de noche y se marchó a Egipto" (Mateo 2,13).

Esperar al futuro

Franco Rojas Contreras

Año V, N° 107

viernes 20 de octubre, 2023

“La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva” (Benedicto XVI, Spe salvi, 2).

Pareciese que hoy, más que nunca, preguntarse por el futuro es de vital importancia para cada persona, la sociedad y el mundo. Las múltiples crisis, entendidas como situaciones imprevistas en que peligra aquello que consideramos como sólido y perdurable, han permitido pensar el futuro frente a la incertidumbre del presente. En nuestro país, el aumento de la violencia en todas sus dimensiones, en que se avala, valida y en alguna medida se reproduce como medio de interacción y vinculación social, es motivo para preguntarse sobre ello.

¿De qué manera la esperanza cristiana tiene cabida en medio de un mundo acelerado que sólo le interesa el día a día? ¿Qué ha propuesto el cristianismo al hablar del futuro?

No obstante, pensar el futuro es más complejo de lo que parece. Hoy, en vez de imaginarnos un futuro mejor, es más relevante sobrevivir el día a día. Si miramos a nuestro alrededor, es posible darse cuenta que vivimos de manera acelerada. Como en un círculo vicioso, buscamos formas de reducir el costo de tiempo para comunicarnos, trasladarnos, fabricar, entre otros. Ello impulsa a que las tecnologías progresen con rapidez, lo que lleva a modificar nuestras costumbres personales y sociales. Reducimos cada vez más el costo de tiempo, pero aumentamos la cantidad de nuestros quehaceres, a tal punto de hacerse costumbre la frase no tengo tiempo para descansar, comer, divertirse, expresar nuestros sentimientos y emociones, imaginar, entre otros. Si ese es el escenario en el que vivimos, entonces es difícil pensar un futuro con esperanza y novedad, cuando ni siquiera hay tiempo para cosas básicas, fundamentales y significativas. ¿De verdad el futuro se ha abierto de par en par, para vivir con esperanza, tal como lo indica Benedicto XVI? Y con ello, ¿de qué manera la esperanza cristiana tiene cabida en medio de un mundo acelerado que sólo le interesa el día a día? ¿Qué ha propuesto el cristianismo al hablar del futuro?

Conformarse con una rutina acelerada, vivir en incertidumbre y resignarse a realizar cambios no es propio de la esperanza cristiana.

Desde las comunidades cristianas del siglo I hasta hoy, se profesa que Jesucristo “ha de venir con gloria a juzgar a vivos y muertos”. Del griego parousía, la venida del Señor es la esperanza que reconoce la presencia espiritual de Cristo y anhela su manifestación gloriosa, anticipando la promesa de la resurrección de los muertos (cf. 1 Tes 4,13-18; 1 Co 15), de la consumación del mundo (cf. Rm 8,19-22; Ap 21,1) y, en suma, la instauración del Reino de Dios. Este símbolo de la fe nos invita hoy a confiar en la acción de un Dios que, pese a las injusticias, la opresión y la iniquidad profundas, no abandona a su creación y adviene en la historia como signo de justicia, libertad y misericordia gratuita. San Pablo, en su Carta a los Romanos, sintetiza excelsamente esta esperanza escatológica en una oración: “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20-21).

Si la venida futura del Señor es nuestra esperanza, entonces ha de ser inspiración de nuevas narrativas de resistencia que imaginen un futuro y sea motivación para actuar creativamente en medio de las incertidumbres actuales. El Señor abre un futuro por esperar y nos impulsa a caminar, a contemplar, a imaginar, a encontrarse y volver a sentir. Conformarse con una rutina acelerada, vivir en incertidumbre y resignarse a realizar cambios no es propio de la esperanza cristiana, puesto que, en palabras del Papa Francisco, “es vivir en tensión, siempre, sabiendo que no podemos hacer el nido aquí: la vida del cristiano está ‘en tensión hacia’” (Homilía de Misa en Capilla de la Casa Santa Marta, 29 de octubre de 2019). ¿En qué momentos de mi vida he sentido que el tiempo se me ha perdido? ¿Qué hago yo para buscarlo? ¿Qué esperanzas nos mueven en la vida cotidiana para mirar un futuro mejor como sociedad? ¿De qué manera la parusía nos motiva a imaginar ese futuro?

“Con la mirada fija en Jesús […] y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla”.

 

(Papa Francisco, Audiencia General. Biblioteca del Palacio Apostólico, 26 de agosto de 2020)

Franco Rojas Contreras
Profesor del Centro Universitario Ignaciano, Universidad Alberto Hurtado

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