La patria es una comunidad que comparte algunos rasgos culturales y una historia y que tiene la voluntad de organizarse y gobernarse para perseguir determinados fines, como la independencia y la creación de una república. Una vez logrado este objetivo inicial se persiguen otros fines. A veces se perpetúan fines egoístas, como un proyecto de un grupo hegemónico que excluye a los pueblos originarios, que han habitado su territorio por milenios; pero no debemos perder de vista la prosecución del bien común y el desarrollo armónico de quienes la habitan, en paz con el entorno regional y mundial.
La patria es una fuente importante de identidad. La patria da sentido y coherencia a la vida de las personas. A nivel individual las personas necesitan ser parte de una comunidad. Muchas fuentes de pensamiento – incluyendo la Doctrina Social de la Iglesia- conciben la identidad como un derecho que debe ser reconocido (Gaudium et spes, 60).
La Patria como identidad cultural particular no es estática en el tiempo; muta permanentemente producto de diversos fenómenos sociales.
Hay virtud en el amor de las personas hacia su patria; a los diversos pueblos que la componen, a su ethos cultural y a sus instituciones republicanas. Sin embargo, no hay virtud cuando la patria deviene en un patriotismo xenófobo, que se construye y alimenta de la animadversión u odio hacia otras patrias; o bien cuando se traduce en indiferencia. De hecho, Francisco en su mensaje a la Jornada Mundial de la Paz en 2015 nos prevenía acerca de la globalización de la indiferencia.
No hay virtud patriótica en la defensa de algunos aspectos de la cultura nacional que resultan retrógrados o errados; podríamos pensar en actitudes que no tienen en cuenta la igual dignidad de hombres y mujeres, o conductas nocivas para las personas –a veces asociadas con la celebración de las Fiestas Patrias– o incluso el maltrato animal en algunos deportes o juegos nacionales. El Papa llama a purificar -analizar críticamente y modificar- aquellas prácticas de la cultura particular -también de la piedad popular- que son contrarias a la dignidad de las personas y de la construcción de una sociedad justa.
No hay virtud cuando la patria deviene en un patriotismo xenófobo, que se construye y alimenta de la animadversión u odio hacia otras patrias; o bien cuando se traduce en indiferencia.
La Patria como identidad cultural particular no es estática en el tiempo; muta permanentemente producto de diversos fenómenos sociales. Una fuente importante de tensión en todo el mundo es el fenómeno migratorio. Frente a este, Francisco reafirma el derecho a no emigrar, lo que supone que se debieran generar las circunstancias para que las personas puedan permanecer en su propia tierra. Pero también reafirma el derecho a emigrar en búsqueda de mejores condiciones de vida (Fratelli tutti, 38-40). Para el Papa, los Estados deben reconocer estos derechos, pero agrega que como ciudadanos tenemos una responsabilidad fraterna sobre los que sufren, sean del propio país o de otros. Para Francisco respecto de los migrantes, más allá de los programas gubernamentales de asistencia social, los ciudadanos debemos acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos (Fratelli tutti, 129). Sobre el temor de algunos a la destrucción de la identidad local, el Papa señala que esta actitud de apertura posibilita nuevas síntesis culturales, donde los diferentes se integran constituyéndose en un nuevo factor de desarrollo (Evangelii gaudium, 210).
El proyecto de país no es ajeno a lo que acontece en otras latitudes. Estamos inmersos en una época de interdependencia de los pueblos; lo deja en evidencia un conjunto de problemáticas de alcance mundial como el calentamiento global y la pandemia, además de las migraciones. Por eso debemos empeñamos en fortalecer la gobernanza mundial a través de convenios y acuerdos internacionales que promuevan la paz y el desarrollo. Lo anterior podría considerarse una respuesta pragmática a dichas problemáticas; algo así como “coopero con otros porque me conviene”. Pero como cristianos estamos llamados a una respuesta que tiene un profundo sentido ético; reconocer la común humanidad de las personas y la paternidad de un Dios que nos hace hermanos y hermanas llamados a vivir en comunión.
¿Qué sentimientos te inspira la palabra “patria”? ¿Qué rasgos culturales caracterizan a la patria chilena? ¿Cuáles de estos rasgos te parecen valiosos y cuáles te parecen cuestionables? ¿Qué podemos hacer para generar una patria inclusiva?