Otras reflexiones

La Rerum novarum del Papa León XIII: la vigencia de un trabajo digno y decente

Rerum novarum fue el primer documento moderno de Doctrina Social de la Iglesia. Esta encíclica (carta circular) inauguró una reflexión ética sobre las realidades sociales, invitando a la acción cristiana. Su título significa “De las cosas nuevas”. ¿Cuáles eran esas “cosas nuevas” del siglo XIX que inquietaron a León XIII? La llamada “cuestión social”: la precaria situación de los trabajadores tras la primera revolución industrial.

Maternidad y paternidad como don, no como derecho

"La tasa de natalidad de la gran mayoría de los países está muy por debajo de la tasa de reemplazo (2,1). En Chile es de 1,2. Tampoco es un misterio que las familias más religiosas son también las más fecundas. Las estadísticas lo demuestran ampliamente y lo corrobora la presencia de niños y niñas en las celebraciones eucarísticas de las comunidades parroquiales".

Retrato de un santo para Chile: “La caridad comienza donde termina la justicia”

El Padre Hurtado veía a Cristo en los niños que recogía a orillas del río Mapocho, a las madres que llegaban con sus hijos sin un techo donde pasar el invierno y en los enfermos que requerían cuidado y compañía.

Jubileo de los jóvenes: un camino de esperanza

“Son los jóvenes los que están llamados especial, mas no exclusivamente, a vivir como protagonistas este Año Jubilar de sobreabundancia del amor de Dios, que permite dar un ‘sí’al Señor de manera libre y amorosa, optando por una vida nueva donde es Cristo que vive en mí’”. (Ga 2,20)

La alegría de la santidad que perdura

Carmelo Galioto A.

Año VI, N° 148

viernes 11 de octubre, 2024

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

El momento actual y la vida cotidiana se han vuelto difíciles, complejos, incluso arduos. Mantener un sano equilibrio junto con la muy invocada salud mental constituyen ya un piso mínimo necesario y constantemente desafiado. No obstante, la invitación del Evangelio es no solo a vivir con equilibrio o con un genérico bienestar material, sino a vivir alegres: la santidad como camino de alegría. Así lo anuncia Jesús en las bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres de espíritu, los humildes, incluso los que lloran (Mt, capítulo 5). La invitación a la santidad así entendida es recogida, meditada y ofrecida por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate (“Gocen y exulten”). En esta carta, el Papa nos explica que no se trata de que se vayan las dificultades o que desaparezcan los momentos tristes y dolorosos: los santos cristianos a lo largo de los siglos así lo atestiguan. Ahora bien, ¿cuál es la motivación de esta alegría? La Biblia nos ofrece varias pistas. Una de estas es la siguiente:

Somos llamados a ser nosotros los santos que inspiren hoy, porque en nosotros debiera relucir la dicha de vivir desde la relación fundamental con el Señor.

“El Espíritu del Señor me ha enviado a predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los que tienen corazón quebrantado; para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados […] y para consolar a los tristes” (Isaías 61,2-5): la santidad depende de este anuncio desbordante, misterioso y fascinante. No se trata, por lo tanto, de un esfuerzo para responder a una serie de ideas buenas y bonitas, sino de reconocerse en una relación única, personal y comunitaria con este anuncio, con el don de esta cercanía amorosa y cuidadora. En este anuncio se muestra la inmensidad del bien junto con la presencia misma de Dios en medio de nosotros, ambas reunidas para regalarnos la alegría del amor.

La invitación del Evangelio es no solo a vivir con equilibrio o con un genérico bienestar material, sino a vivir alegres: la santidad como camino de alegría.

Este don “se presenta como una exigencia, como una exhortación a una vida ascendente” (Padre Perrin, El evangelio de la alegría, p. 75); es decir, brota de la responsabilidad de saberse en una relación de amistad con Dios mismo y entonces surge la pregunta de qué disponibilidad dejamos para percibir esta alegría y si somos conscientes de la alegría que implica participar en los sacramentos o podemos experimentar en la oración. Al fin y al cabo, somos llamados a ser nosotros los santos que inspiren hoy, porque en nosotros debiera relucir la dicha de vivir desde la relación fundamental con el Señor. ¿Qué implica responder a este anuncio de santidad en nuestras vidas ajetreadas y digitalizadas? Acoger esta noticia es un paso. Ahora bien, la santidad no es un camino solitario, sin las demás personas humanas y las demás criaturas, sino que podríamos decir “nunca santos solos”. Así lo recuerda Papa Francisco “El Señor, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo” (Gaudete et exultate, 6).

La alegría de la santidad es, por lo tanto, un don compartido.

¿Qué mociones y decisiones pueden ayudar entonces nuestro camino de santidad? ¿En qué medida vivimos el tiempo cotidiano con los oídos y los ojos abiertos a esta alegría que se nos ofrece?

“Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»”

Papa Francisco exhortación Apostólica Gaudete et exsultate, 7.

Carmelo Galioto A.
Profesor de la Facultad de Ciencias Religiosas de la Universidad Católica del Maule

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