Otras reflexiones

La alegría de la santidad que perdura

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

¿Existe el mundo que todos anhelamos?

“En la Iglesia se requiere de católicos activos y formados. Católicos que, con mucha humildad, y sin arrogancias, sepan actuar, en la sociedad que nos toca compartir, con fe y esperanza en Dios”.

¿Es Chile un país del Espíritu?

“Chile no sería Chile sin la fuerza creadora, unificadora y vivificadora de Dios, esa fuerza tiene un nombre: el Espíritu Santo. Él se ha adelantado a todos los que hemos habitado esta tierra, ha sostenido nuestra unidad y nos sigue ofreciendo vida en abundancia”.

Primavera. Vida nueva, certeza y esperanza

“Nuestro país celebra su día nacional en la época en que todo florece. La fiesta se hace protagonista y desplaza todas las preocupaciones, los resultados y la productividad. Estar y ser con otros en una comunión que nos regala pertenencia, ser un pueblo en la diversidad”.

La Epifanía del Niño Dios con los pueblos sufrientes

Claudio Elórtegui Raffo

Año IV, Nº 60.

domingo 2 de enero, 2022

"Como nos señala el papa Francisco: que en la Epifanía la adoración sea un gesto de amor que nos cambie la vida, gracias al regalo de la salvación."

En este inicio de año, cuando como Iglesia continuamos celebrando el tiempo de Navidad, se nos presenta la Epifanía como el encuentro personal con el Niño Dios. Para ello debemos seguir, como los Magos de Oriente, a la estrella que nos conduce a la revelación del Señor, único y verdadero Rey. Delante de Él nos postramos con alegría para adorarlo, pues nos regala la salvación universal y nosotros, modestamente, le ofrecemos también nuestra entrega de corazón para servir al mundo, especialmente a los menos favorecidos, a los descartados, a los que se encuentran lejanos, igual que en el Belén de Judea de aquel tiempo.

Solo luego de ese encuentro personal, como en los sueños del oráculo, proseguiremos un nuevo camino, dejando atrás las cosas que nos alejan de Dios que, como nos relata el Evangelio, fue para los Reyes Magos no volver a visitar a Herodes.

Solo luego de ese encuentro personal (…) proseguiremos un nuevo camino, dejando atrás las cosas que nos alejan de Dios.

En 2021, año que acabamos de finalizar, hemos necesitado más que nunca la compañía de María para reconocer a Jesús en este difícil camino de la pandemia, pues hemos estado muchas veces en nuestras casas, solos o enfermos, alejados de la presencia sacramental debido a las indicaciones sanitarias. Por eso, con mayor razón, hoy debemos tener nuestra propia Epifanía y reconocerlo en la dificultad con la esperanza de un nuevo inicio.

Como Iglesia, le ofrecemos incienso al Mesías este 2022, para que nos eleve a lo alto y nos regale los frutos de la purificación y la conversión luego de tiempos difíciles. Este regalo del incienso se cristaliza especialmente en la Iglesia Latinoamericana y del Caribe en la Asamblea Eclesial, que busca transformar la realidad sociocultural, afectada por el sufrimiento, la desigualdad, la migración, el no cuidado de la casa común y la creciente lejanía de las personas de la Iglesia.

Es así como, desde cada iglesia doméstica, buscamos hacer frente a estos problemas, frutos de la secularización, con una nueva pastoral de los laicos que deje atrás el clericalismo y tenga una especial preocupación por los jóvenes, las mujeres y los niños en el anuncio del Evangelio. Pero ello solo será posible si somos verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo, capaces de discernir los signos de los tiempos a la luz de la fe.

Como país, le regalamos a Jesús mirra, con la cual se ungían los cuerpos heridos luego de las disputas, para que le ofrezcamos a Chile un signo de encuentro en el proceso constituyente. Que nos permita mediante el diálogo sincero que brota de la justicia, resolver nuestras diferencias procurando el bien común, siguiendo las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia, con una economía solidaria al servicio de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, que destierre a la violencia y traiga la paz a nuestro pueblo.

Hoy debemos tener nuestra propia Epifanía y reconocerlo (a Jesús) en la dificultad con la esperanza de un nuevo inicio.

Personalmente y como familias, llevemos de regalo al Niño Dios el oro de la amistad y la armonía con el prójimo, de la alegría de la fe, que coloca en el centro a Dios y no a nosotros mismos, como mal hicieron los fariseos, los escribas y sumos sacerdotes de aquel tiempo. Como nos señala el papa Francisco: que en la Epifanía la adoración sea un gesto de amor que nos cambie la vida, gracias al regalo de la salvación.

Con la humildad de nuestra oración, reflexionemos sobre estas preguntas para que podamos también nosotros convertirnos en estrellas para nuestro prójimo, fruto de que la luz de Cristo resplandece en nuestra alma: ¿cómo puedo adorar mejor al Señor en mi vida ordinaria? ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida me pide el Señor; qué quiere Dios de mí hoy? ¿Cómo puedo estar más atento a las necesidades de los marginados y cómo puedo acercarme con ellos a Dios?

“Dios se propone, no se impone; ilumina, pero no deslumbra. Es siempre grande la tentación de confundir la luz de Dios con las luces del mundo. Cuántas veces hemos seguido los seductores resplandores del poder y de la fama, convencidos de prestar un buen servicio al evangelio. Pero así hemos vuelto el foco de luz hacia la parte equivocada, porque Dios no está allí. Su luz tenue brilla en el amor humilde”.

Papa Francisco, Homilía en la santa misa en la solemnidad de la Epifanía del Señor, 2019.

Claudio Elórtegui Raffo
Rector de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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