Otras reflexiones

La alegría de la santidad que perdura

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

¿Existe el mundo que todos anhelamos?

“En la Iglesia se requiere de católicos activos y formados. Católicos que, con mucha humildad, y sin arrogancias, sepan actuar, en la sociedad que nos toca compartir, con fe y esperanza en Dios”.

¿Es Chile un país del Espíritu?

“Chile no sería Chile sin la fuerza creadora, unificadora y vivificadora de Dios, esa fuerza tiene un nombre: el Espíritu Santo. Él se ha adelantado a todos los que hemos habitado esta tierra, ha sostenido nuestra unidad y nos sigue ofreciendo vida en abundancia”.

Primavera. Vida nueva, certeza y esperanza

“Nuestro país celebra su día nacional en la época en que todo florece. La fiesta se hace protagonista y desplaza todas las preocupaciones, los resultados y la productividad. Estar y ser con otros en una comunión que nos regala pertenencia, ser un pueblo en la diversidad”.

La santidad es un llamado de cada día

Bárbara Loeb

Año III, Nº 41.

viernes 9 de abril, 2021

"La santidad es la armonía querida por Dios entre fe y vida "

Este niño es un santo o esta persona es un santo de altar, son frases que escuchamos con frecuencia, y que hacen alusión a su buen comportamiento, o a su capacidad de preocuparse por el prójimo y atender sus necesidades. Se relaciona así el término santo a una forma adecuada de conducta. Por otra parte, el asociar los santos al altar, pareciera alejar la santidad de nuestras posibilidades de alcanzarla. Sin embargo, el llamado a la santidad es para todos los cristianos. Es la vocación de todas las personas (Vat. II, Lumen Gentium, n. 41). Aún mas, la santidad es un llamado para el día a día, no sólo para nuestros momentos especiales o de oración. La santidad es la armonía querida por Dios entre fe y vida. Así, la santidad no es algo inalcanzable como se pudiere pensar. El papa Francisco, durante una audiencia general en el Vaticano el año 2017 fue enfático al respecto: “Pensamos que es algo difícil, ser santos. Que es más fácil ser delincuente que santo. ¡No! Ser santo se puede porque nos ayuda el Señor. Es Él quien nos ayuda”.

“Quien busque salvar su vida, la perderá; quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc. 8,35)

Pero, ¿es la santidad fruto de nuestro esfuerzo? Las palabras de Santos de la iglesia permiten vislumbrar una respuesta. Según Santa Catalina de Siena «La verdadera perfección consiste en esto: hacer siempre la santísima voluntad de Dios», no nuestra voluntad. Sólo la unión a Dios permite santificarse, perfeccionarse, divinizarse, según Santa Teresita de los Andes. El papa Benedicto XVI, es muy claro: «Una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo, que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado y que nos transforma». De acuerdo a las palabras del Papa, la santidad no se relaciona al esfuerzo por alcanzarla. Por el contrario, la santidad se encuentra al abrirnos a la acción de Dios en nosotros. La santidad se encuentra en el amor a Dios y al prójimo.

Es sólo nuestra aceptación de la misión del mismo Jesús como misión de nuestra propia existencia, lo que nos permite alcanzar la verdadera santidad

El padre Beltrán Villegas (Mensaje 377, 1989) desarrolla esta mirada expresando que la santidad personal es un resultado que se logra a condición de que no se haga de ella un objetivo deliberadamente buscado. La búsqueda introspectiva de la propia santidad es contraria al carácter de la vida cristiana, que involucra salir de si mismo para vivir por Dios y su reinado en seguimiento de Jesús. De acuerdo al padre Villegas, “sólo cuando nuestro amor a Dios se interesa mas en el Dios amado que en nosotros amando a Dios, respeta él a Dios en su trascendencia, sin ponerlo al servicio de nuestros intereses”. Este camino a la santidad tiene sus raíces mas profundas en el Evangelio mismo. “Quien busque salvar su vida, la perderá; quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc. 8,35). Pero hay un paso más que dar “el Evangelio muestra la vida de los discípulos de Jesús como definida por una misión, la de contribuir con El y como El a hacer presente el reinado de Dios en el curso de nuestra historia terrena. No hay otra manera de dejarse invadir por Dios que el aceptar hacerse colaborador del designio que El tiene de reinar sobre nuestro mundo humano. A Dios hay que aceptarlo y dejarlo ser Dios como El quiera serlo. Pero acoger su Gracia y abrirse a ella significa también ser instrumentos a través de los cuales ella pueda desplegarse y manifestarse en el mundo”.

Para colaborar en la misión de Jesús debemos hacerlo en el estilo de Jesús, lo que nos impone un discernimiento drástico sobre nuestro modo de vivir y de actuar. Si el seguimiento de Jesús se desvincula de la participación en su misión, queda reducido a una imitación de un modelo de virtudes. Es sólo nuestra aceptación de la misión del mismo Jesús como misión de nuestra propia existencia, lo que nos permite alcanzar la verdadera santidad.

¿Estoy dispuesto a ser parte de la misión de Cristo? ¿Veo la santidad como algo alcanzable?

 

“La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en el realizar empresas extraordinarias, sino en la unión con Cristo, en el vivir sus misterios, en el hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La medida de la santidad vienen dada por la altura de la santidad que Cristo alcanza en nosotros, de cuanto, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida sobre la suya”.
SS Benedicto XVI,
Audiencia General, Ciudad del Vaticano, Abril 2011

Bárbara Loeb
Profesora de la Facultad de Química y de Farmacia UC

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