En la actualidad, muchos padres y madres están bajo fuertes presiones laborales, familiares y sociales, por lo que los abuelos pueden colaborar con ellos en la transmisión de los valores de la fe. Cada familia tiene su propia historia y características, por lo que –siempre con mucho amor y respeto por las ideas de los padres– los abuelos pueden llevar el mensaje de Jesús al corazón de sus nietos por distintos caminos.
El relato de historias familiares puede ser enriquecedor para los nietos al servir para reflexionar en forma relajada y simple sobre muchos temas.
El ejemplo de la coherencia en el actuar es lo que quedará grabado para siempre. Los nietos deben ver que tratamos con amabilidad y respeto a ellos y a los más cercanos de la familia, y también a la persona que ayuda en la casa, a la que vende en el negocio de la esquina o al chofer del bus, y que nos expresamos con respeto de los más cercanos y de las personas con que interactuamos cada día en el espacio público, tanto aquellos que ocupan posiciones de autoridad como las personas comunes, buscando los aspectos positivos y sin desear el mal.
Los abuelos podemos compartir nuestra experiencia de fe invitando a los nietos a acompañarnos a la misa dominical, a visitar algún santuario, pedirles ayuda para hacer un altar con flores para el mes de María. Si se está con ellos el fin de semana, se les puede invitar a rezar antes de acostarse y, según los hábitos de cada familia, darles la bendición al dormir y al despertar, dar gracias por la comida, etc. Estas son algunas de las muchas maneras de compartir nuestra fe y nuestro tiempo con ellos.
El relato de historias familiares puede ser una oportunidad enriquecedora para los nietos; pueden servir para reflexionar en forma relajada y simple sobre muchos temas, tratando siempre de dar respuesta a sus inquietudes.
Los abuelos pueden participar en las actividades de preparación para los sacramentos cuando los padres no pueden hacerlo, llevándolos a las reuniones de preparación para la primera comunión, asistiendo si es necesario, pero como un complemento a la formación dada por los padres y no en conflicto con ellos.
Esta generación de abuelos necesita mayor capacidad de adaptación que las anteriores debido a la gran cantidad de cambios en nuestra sociedad.
A medida que los nietos van creciendo, los temas se van haciendo más complejos. Esta generación de abuelos necesita una mayor capacidad de adaptación que las anteriores debido a la gran cantidad de cambios que ha experimentado nuestra sociedad, a lo que se suma la crisis de nuestra Iglesia. Los jóvenes cuentan con exceso de información, que muchas veces los lleva a poner en duda principios que las generaciones anteriores nunca discutimos. Es muy importante saber escucharlos sin escandalizarnos ni descalificarlos, mostrándoles que siempre tendrán nuestro apoyo y que, aunque no compartamos todas sus opiniones, no por eso los dejaremos de querer. Mantener la comunicación aun en el desacuerdo, reconocer cuando no tenemos las respuestas adecuadas y que los abuelos también podemos aprender de los nietos, y buscar juntos modos de lidiar con preguntas o temas difíciles, también son formas de transmitir valores.
El vínculo con los abuelos puede ser un espacio protector donde refugiarse y llorar tristezas, ya que ellos son una fuente de experiencia, afecto, sabiduría y compasión. Los abuelos pueden abrir espacios de mediación de conflictos, así como facilitar situaciones donde se unen el cariño incondicional, el cuidado y la protección, junto con el regaloneo y complicidades. Es una relación de transmisión intergeneracional que puede ser también un lugar lúdico y cariñoso para experimentar valores ligados a la solidaridad, el cuidado de otros, la escucha y la empatía, así como una forma cotidiana de compartir la experiencia de la religión y la fe.
¿Qué recuerdos tengo de mis abuelos y cuánto influyeron en el desarrollo de mi fe? Respecto a mis nietos, ¿me preocupo de sus valores y de su cercanía a Dios? ¿Abro para ellos una mirada más trascendente de la vida?