El Papa Francisco ha convocado para el año 2023 a un Sínodo con los obispos del mundo, titulado “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, que involucra una experiencia de comunión eclesial: recorrer un camino juntos y sentirse iglesia corresponsable de la vida y fe de todos. Las distintas fases del sínodo serán una gran instancia de diálogo y discernimiento en el camino de la renovación de nuestra Iglesia.
Pensando en este esperanzador camino sinodal y viviendo este tiempo en que celebramos a la Santísima Virgen María, Madre del Redentor y Madre nuestra, deseo poner la mirada y corazón en ella. Estamos cercanos al tiempo de Adviento. Nadie esperó el nacimiento de Jesús como ella. María, una mujer silenciosa, oyente de la Palabra de Dios, discípula, misionera, acompañante y peregrina; vivió su vida inmersa en el misterio de su Hijo, reflejando en su rostro una mirada materno-sinodal.
El Evangelio de Lucas 2, 49-50 nos relata que María junto a José no comprendieron las palabras de Jesús cuando se perdió en el templo de Jerusalén y les dijo que debía estar en las cosas de su Padre; sin embargo, ella “conservaba todas estas cosas en su corazón”, es decir asumió un silencio profundo y fecundo que posteriormente le daría el entendimiento para lo que vendría en el futuro (El Misterio Pascual). María comprende y respeta la vida de su Hijo, sabe que no es la continuidad de su vida, sino un proyecto distinto. Debemos, como María, comprender que cada ser humano es diferente en su ser, que cada uno tiene su misión en el mundo y que deberá descubrirla para ser feliz.
Debemos, como María, comprender que cada ser humano es diferente en su ser, que cada uno tiene su misión en el mundo y que deberá descubrirla para ser feliz.
María, mujer que tiene una sensibilidad y sutileza divina, se da cuenta de las cosas que suceden a su alrededor y actúa como en las bodas de Caná (Jn 2, 1-12). Presenta a su hijo la falta de vino, diciendo a los sirvientes: “Hagan lo que Él les diga”. Ella realiza lo que está en sus manos. Esta actitud es una invitación a abrir nuestros sentidos al Espíritu Santo, frente a distintas situaciones de necesidad y peligro por las que pasa la iglesia y el mundo, para actuar oportunamente.
María camina junto a algunas mujeres, y al discípulo amado, acompañando a su Hijo que carga con la cruz en camino al Calvario. Se hace parte del dolor de su Hijo y de la humanidad entera, cae junto a Él, y junto a las mujeres, llora por las injusticias (Lc 23, 28-31). Es necesario, como María, hacer un camino con aquellos hermanos que sufren a causa de egoísmos, vanidades, soberbia y otros males tan enraizados en la sociedad actual.
María recibe en sus brazos a su Hijo, y al mismo tiempo recibe al discípulo amado como su hijo y en él a la humanidad entera (Jn 19, 26-27). Desde ese momento María es nuestra compañera de camino hacia su Hijo Jesús. María ha hecho un camino junto a otros en Pentecostés. En el texto de Hechos 1, 12-14, Ella espera la venida del Espíritu Santo en actitud de oración junto a los apóstoles.
Es necesario, como María, hacer un camino con aquellos hermanos que sufren a causa de egoísmos, vanidades, soberbia y otros males tan enraizados en la sociedad actual.
A ejemplo de María, el camino de la fe discipular nos une en la oración, en el servicio, en la caridad y en tantas obras que construyen una iglesia comprometida con el Evangelio. Por lo tanto, somos parte de un cuerpo donde Cristo es nuestra cabeza y nosotros sus miembros, con funciones diversas pero con un mismo valor, dignidad y parte de una misma realidad (Lumen Gentium 7; 1 Cor 12, 11-30).
Finalmente, nuestro desafío se ve iluminado por María, mujer fundamental en el camino sinodal. Con Ella preguntémonos el cómo vivenciar nuestra vocación bautismal junto a otros, involucrándonos, acompañándonos, siguiendo la invitación del Papa Francisco a no balconear la vida: “por favor, no balconeen la vida, métanse en ella. Jesús no se quedó en el balcón, se metió; no balconeen la vida, métanse en ella como hizo Jesús” (Discurso del papa Francisco en la JMJ Río 2013).
Pidamos a María que nos ayude a encarnar todas sus virtudes, para ser un vivo testimonio de su Hijo Jesús, en la senda de una Iglesia Sinodal. ¿Cómo vivir nuestra vocación bautismal en el camino sinodal? ¿La imagen de la virgen María es un impulso para caminar en la fe y la oración en estos tiempos? ¿Qué virtudes podemos ver como un ejemplo a imitar de María?
* (Homilía del Papa Francisco en la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia. 21 de mayo, 2018).