Estas últimas semanas me han conmovido las palabras del Papa Francisco en su última homilía, justo antes de morir, y pensé en cuáles serían sus reflexiones con relación al matrimonio. Encontré una carta dedicada a nosotros, que decidimos unirnos en este Sagrado Sacramento, con la fe en que nuestro amor, junto con la reconquista diaria, nos mantendrá unidos para toda la vida.
Con ocasión del Año “Familia Amoris laetitia” —celebrado entre el 19 de marzo de 2021 y el 26 de junio de 2022, terminando con el X Encuentro Mundial de las Familias en Roma—, el Papa publicó una carta a los matrimonios, en la que nos dice: “la vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto, en un mar a veces agitado” y nos anima, recordándonos “que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca”.
El matrimonio es una escuela de amor continua, un ejemplo para nuestros hijos, que nos miran y aprenden de nuestra vida cotidiana en pareja.
En el mundo actual, este mar turbulento se nos presenta con más frecuencia, por las exigencias que la modernidad ha traído a nuestras vidas. La carga laboral, las distracciones que nos ofrece la tecnología, la falta de tiempo y el cansancio son solo algunos aspectos que muchas veces nos distancian de nuestro compañero o compañera de vida.
Con mi esposo tomamos este camino y decidimos amarnos y formar una familia hace ya 20 años. También decidimos que Jesús sería parte de este barco y, gracias a su compañía, hemos logrado superar las tormentas. Aceptamos su invitación a ser instrumentos de su amor, sirviendo en una Pastoral de Matrimonios, siendo testimonio con nuestra vida y su mensaje, para, de esta manera, ser escuela de amor, para otras parejas.
San Pablo nos recuerda en el célebre himno de la caridad: “El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo” (1 Cor 13,4-7).
La carga laboral, las distracciones que nos ofrece la tecnología, la falta de tiempo y el cansancio son solo algunos aspectos que muchas veces nos distancian de nuestro compañero o compañera de vida.
Hoy miro atrás y veo cómo mis padres fueron mi ejemplo de matrimonio. Ellos me mostraron con su vida lo importante que es tomar la decisión de amarse, y seguir contra viento y marea unidos en el amor. Ciertamente, ellos -sin haber escuchado al Papa Francisco- pusieron en práctica sus palabras: “Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva”.
Con esta reflexión deseo invitar a los matrimonios a ser parte de sus comunidades, a ser iglesia y a seguir creciendo en el amor. Y a las jóvenes parejas, que aún no están seguras de tomar este barco, las invito a confiar y atreverse, porque sin duda la familia es nuestro refugio y el motor que nos mueve cada minuto de nuestras vidas.
Como matrimonio ¿somos escuela de amor con nuestras acciones diarias? ¿Tenemos un matrimonio con Jesús presente en nuestra familia? ¿Confiamos en que, con Jesús a nuestro lado, estaremos juntos “hasta que la muerte nos separe”?