Otras reflexiones

La fragilidad y la finitud de la vida

“La fragilidad de la muerte puede encontrarse en cualquier momento y lugar: en nuestro hogar, entre los nuestros, en el día a día. A veces, un examen médico rutinario nos revela la debilidad de nuestra salud. La finitud no constituye un evento especial, excepcional y previsible. Nuestro fin puede estar en todos lados y en lo más insustancial”.

“Si Conocieras el Don de Dios”, Jn 4,10

“La vivencia de los sacramentos tiende hoy a postergarse: la vorágine del tiempo, la proliferación de lo digital, la facilitación de la oferta, la liquidez de las relaciones y tantos otros factores invitan a expresiones más volátiles y fugaces en la vida en general. Dentro de ello, la experiencia religiosa intenta levantar la sobrenaturalidad de lo humano, y lucha por mostrarnos el don de Dios expresado en la faz de Jesús de Nazaret”.

“Vulnerabilidad humana y responsabilidad por los demás”

“Y, por otro lado, si hemos de decir la verdad, nadie aspira a ser ese ser humano vulnerable al que aludimos, ya sea anciana, niño, pobre, migrante, discapacitada, o expuesto. No es popular el ser vulnerable en el ideario social contemporáneo”.

Hablar de vocación es hablar de un llamado al amor

“La vocación es un llamado que Dios hace en lo más íntimo de nuestro ser. Es un llamado a la plenitud. Es un llamado único y original que tiene relación con los anhelos más profundos que Dios ha puesto en el corazón de cada uno de nosotros”.

Misas en lugares aislados: el dilema de no contar con sacerdotes

Dr. Rodrigo Alda Varas

Año VI, N° 113

viernes 12 de enero, 2024

“Es una situación que podríamos esperar en el Amazonas o en algunas partes de África, pero que también se presenta en nuestro país”.

En el mundo católico, la celebración de la misa dominical tiene un valor espiritual y comunitario significativo, ya que para los fieles representa la conmemoración del sacrificio de Jesucristo en la cruz y la renovación de la alianza entre Dios y su pueblo.

Además, la liturgia -ha señalado el Papa Francisco- es encuentro con Cristo mismo, por lo que no basta con ser sólo «escuchada», sino debe ser «celebrada», tanto por el sacerdote que la preside como por todos los cristianos que la viven.

Sin embargo, en áreas remotas muchas veces se presenta la problemática de que no existen sacerdotes disponibles permanentemente, haciendo de la celebración de la misa una actividad desafiante, pero no por eso menos importante.

Es una situación que podríamos esperar en el Amazonas o en algunas partes de África, pero que también se presenta en nuestro país. En Chile tenemos, por ejemplo, la zona altoandina en el Norte Grande -por mencionar el área en que desarrollamos nuestras actividades como Universidad-, donde la iglesia ha estado presente desde 1540, con la llegada del imperio español al territorio que hoy comprende Chile.

Frente a esta situación, la Conferencia Episcopal ha señalado que “en nuestros días, en muchas regiones cada una de las parroquias no puede gozar de la celebración de la Eucaristía todos los domingos, por haber disminuido el número de sacerdotes. Además por circunstancias sociales y económicas, algunas parroquias se han despoblado. Por ello a muchos presbíteros se les ha encomendado celebrar varias veces la misa del domingo en varias iglesias distantes entre sí. Pero esta práctica no parece siempre oportuna, ni para las parroquias privadas de pastor propio, ni para los mismos sacerdotes”.

Por esto, en algunas iglesias particulares los obispos han considerado necesario establecer otras celebraciones dominicales cuando falta el presbítero, a fin de que pudiera realizarse del mejor modo posible la asamblea semanal de los cristianos, así como asegurarse la tradición cristiana del domingo.

Señalan que cuando en algunos lugares no es posible celebrar la misa el domingo, en primer lugar se debe considerar si los fieles pueden trasladarse a la iglesia de un lugar más cercano para participar de la celebración del misterio eucarístico. También, que es de desear que, aunque sin la misa, el domingo se ofrezcan a los fieles reunidos de diversos modos las riquezas de la Sagrada Escritura y de la oración de la Iglesia, para que no sean privados de las lecturas que se proclaman en el curso del año durante la misa, ni de las oraciones de los tiempos litúrgicos.

Además, se han determinado las diferentes responsabilidades y actuaciones de presbíteros, diáconos y laicos para comentar la palabra y dar la comunión, según cada caso en particular, siempre manteniéndose la preeminencia de la celebración eucarística sobre todas las demás actividades pastorales, especialmente en domingo.

Asimismo, se manejan otras alternativas para casos extremos, como realizar la misa por internet o que los fieles puedan escucharla a través de la radio.

“Todos los cristianos deben tener la convicción de no poder vivir la propia fe, ni participar, en el modo propio de cada uno, en la misión universal de la Iglesia, sin nutrirse con el pan eucarístico. Igualmente deben estar convencidos de que la asamblea dominical es para el mundo signo del misterio de comunión, que es la Eucaristía”, remarcaba el Papa Juan Pablo II a un grupo de obispos de Francia en mayo de 1987.

Por lo tanto, independiente de la existencia de alternativas acordes a lo que ocurra en cada comunidad, nunca debe dejarse de apreciar la importancia de la asamblea dominical, ya como fuente de la vida cristiana del individuo o de las comunidades, ya como testimonio de la voluntad de Dios, al reunir a todos los hombres en Su Hijo Jesucristo.

La importancia de procurar la misa dominical en lugares que no cuenten con la presencia permanente de un sacerdote nos debe llevar a la búsqueda de alternativas que procuren satisfacer las necesidades de los fieles que allí habitan, ya que surgen interrogantes como ¿hasta dónde las nuevas tecnologías de las telecomunicaciones son adecuadas para estos casos?, ¿cuáles son los efectos de estas carencias para las comunidades afectadas y para la Iglesia?, ¿cómo pueden ayudar los laicos ante este escenario? y ¿qué extensión alcanza este mismo fenómeno en las áreas periféricas de las grandes ciudades?

“La misa es como el grano de trigo que luego en la vida ordinaria crece, crece y madura en buenas obras, en las actitudes que nos asemejan a Jesús”. “El acercarse con regularidad al banquete eucarístico renueva, fortalece y profundiza la relación con la comunidad cristiana a la que pertenecemos, según el principio de que la ‘Eucaristía hace la Iglesia’”.

(Papa Francisco, Catequesis de la Audiencia General del miércoles 4 de abril de 2018 en la Plaza de San Pedro)

Dr. Rodrigo Alda Varas
Rector Universidad Católica del Norte

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