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En Pentecostés los cristianos celebramos que, sobre los apóstoles reunidos con la Madre de Jesús, descendió el Espíritu divino, que es cumplimiento y cosecha de la Pascua, el fruto más excelente de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

El regalo del silencio

El silencio es como el papel en blanco que acoge nuestro pensar, el trasfondo despejado que nos permite escuchar al otro y a uno/a mismo/a. Es la pausa entre notas que da vida a la música, y son los márgenes y espacios vacíos del texto que permiten una lectura más tranquila y menos caótica.

“Paz entre los pueblos. A 60 años de Pacem In Terris”

Papa Francisco

Año V, N° 100

viernes 14 de julio, 2023

Al celebrar el número 100 de Una Reflexión Semanal, reproducimos un importante mensaje del Papa Francisco en una reciente intervención en la Santa Sede, un llamado a la paz entre los pueblos a 60 años de la encíclica "Pacem in Terris".

Nunca la guerra ha dado alivio a la vida de los seres humanos, nunca ha podido guiar su camino a lo largo de la historia, ni ha podido resolver los conflictos y oposiciones que han surgido en sus acciones. Los efectos de la guerra son víctimas, destrucción, pérdida de humanidad, intolerancia, hasta el punto de negar la posibilidad de mirar al mañana con renovada confianza. La paz, por el contrario, como un objetivo concreto, permanece en el alma y en las aspiraciones de toda la familia humana, de cada pueblo y de cada persona. Esta es la lección que aún hoy podemos extraer del mensaje que San Juan XXIII quiso dar al mundo con la Encíclica Pacem in Terris. Un mensaje positivo y constructivo que recuerda cómo construir la paz significa, ante todo, el compromiso de estructurar una política inspirada en valores auténticamente humanos que la Encíclica resume en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

Los efectos de la guerra son víctimas, destrucción, pérdida de humanidad, intolerancia, hasta el punto de negar la posibilidad de mirar al mañana con renovada confianza

Y, sin embargo, sesenta años después, la humanidad no parece haber comprendido cuán necesaria es la paz, cuánto bien trae. Una mirada a nuestra vida cotidiana, en efecto, muestra cómo el egoísmo de unos pocos y los intereses cada vez más estrechos de algunos individuos nos llevan a pensar que podemos encontrar en las armas la solución a tantos problemas o nuevas necesidades, así como a aquellos conflictos que emergen en la realidad de la vida de las naciones. Si bien las reglas de las relaciones internacionales han limitado el uso de la fuerza y la superación del subdesarrollo, que es uno de los objetivos de la acción internacional, el deseo de poder sigue siendo, lamentablemente, un criterio de juicio y un elemento de actividad en las relaciones entre Estados. Y esto se manifiesta en diferentes regiones con efectos devastadores en las personas y sus afecciones, sin escatimar en infraestructura y entorno natural.

En este momento, el aumento de los recursos económicos para el armamento ha vuelto a convertirse en un instrumento de relaciones entre los Estados, como si la paz fuera posible y alcanzable únicamente si se basara en el equilibrio de su posesión. Todo esto genera miedo y terror y se corre el riesgo de abrumar la seguridad porque se olvida cómo “un hecho cualquiera imprevisible puede de improviso e inesperadamente provocar el incendio bélico” (Pacem in Terris, 111). Se requiere una reforma profunda de las estructuras multilaterales que los Estados han creado para gestionar la seguridad y garantizar la paz, pero que ahora se encuentran privadas de libertad y posibilidad de acción. No basta con proclamar la paz si no se es capaz de actuar con autonomía para promover e implementar acciones concretas, pues arriesgan dejar de estar al servicio del bien común y ser instrumentos partidistas.

No basta con proclamar la paz si no se es capaz de actuar con autonomía para promover e implementar acciones concretas

Como lo explica claramente la Encíclica, los Estados, llamados por su naturaleza a servir a sus comunidades, tienen el deber de actuar según el método de la libertad y responder a las demandas de justicia, sabiendo sin embargo que “el esfuerzo por ver cómo se ajustan cada vez mejor las realidades sociales a las normas de la justicia es un trabajo de cada día” (Pacem in Terris, 155).

Encomiendo a las universidades la tarea de profundizar el método de educación para paz, para una formación no sólo adecuada, sino ininterrumpida. En efecto, una verdadera formación científica es el fruto del estudio y la investigación, la profundización, la actualización y los ejercicios prácticos: Este debe ser el camino a seguir para abrir nuevos horizontes y superar las formas didácticas y organizativas obsoletas que ya no son apropiadas para nuestro tiempo.

Los estudios sobre Ciencias de la Paz contribuirán a formar a las nuevas generaciones en estos objetivos, a promover esa cultura del encuentro que es la base de una comunidad humana modelada en la fraternidad, que es entonces la norma de acción para construir la paz.

“La paz en la Tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios”.

(San Juan XXIII, Encíclica Pacem in Terris. Vaticano, 11 de abril de 1963)
Papa Francisco
(Vaticano, 11 de mayo de 2023)

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