Otras reflexiones

El primer domingo de Adviento. Cuando la ciencia y la fe se encuentran

“Hay algo que la ciencia no puede responder y eso está en dominio de la fe. Y ahí es donde el Adviento entra en mi corazón. Este primer domingo no es simplemente una fecha que aparece en el calendario litúrgico; es una puerta abierta para creer, para la fe".

Recordando el gran y santo concilio de Nicea

“Lo que los proclamaron los Apóstoles y lo que definieron los Santos Padres marcaron la fe de la Iglesia de un sello de unidad. (Liturgia bizantina)”.

Dialogar para encontrarnos

“Para dialogar necesitamos sentarnos con la otra persona, encontrar tiempo en común, poner atención a lo que nos dice, en un encuentro auténticamente humano y, por lo tanto, auténticamente cristiano”.

Dios te salve María, llena eres de gracia

María me acompañaba en silencio, porque sí, porque las madres quieren a sus hijos. Y es que lo más hermoso del amor es su gratuidad. “Todo es gracia”, le dijo el Padre Hurtado a mi padre. “Todo es gracia”, murmuró Santa Teresita de Lisieux en su lecho de muerte. “Todo es gracia”, escribió Georges Bernanos en su Diario de un cura rural. “Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es un don de Dios”, señala San Pablo (Efesios 2,8).

Pentecostés: Renovar la esperanza en Dios a través del Espíritu Santo

Marcelo Pinochet Ayala

Año V, N° 96

viernes 19 de mayo, 2023

«Lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas» (Hch 2, 3-4).

En las siguientes líneas se intentará revisar algunas ideas, respecto a la manera en que el Espíritu Santo se hace presente en nuestras tareas cotidianas. Estamos ciertos que, con esmero, queremos seguir la imagen de la primera comunidad cristiana: “perseveraban todos en las instrucciones de los Apóstoles, en la comunicación de la fracción del pan y en la oración” (Hch 2,42).

Hemos recibido el mismo bautismo, por tanto, compartimos el mismo deseo (en una diversidad de carismas) de hacer el bien, advirtiendo la grandeza de la creación y la inspiración del Espíritu Santo para contemplar todo lo bueno. El Papa Francisco, con bellas palabras, evoca esta idea: “quien ha crecido entre los montes, o quien de niño se sentaba junto al arroyo a beber, o quien jugaba en una plaza de su barrio, cuando vuelve a esos lugares, se siente llamado a recuperar su propia identidad” (LS 84). Allí, tenemos la certeza que la presencia y actuación del Espíritu Santo en nosotros es señal que es Él quien lo domina todo.

El Espíritu nos empuja con fuerza a cumplir la misión que Jesús nos ha dado en el trabajo, la familia y la comunidad.

Podemos sentirnos muy afortunados. Al igual que a los apóstoles a quienes dio valentía, fuerza y valor para anunciar y partir por el mundo a predicar, desde mi perspectiva, el Espíritu nos empuja con fuerza a cumplir la misión que Jesús nos ha dado en el trabajo, la familia y la comunidad. Es Dios que se manifiesta en nuestra vida para cumplir con las tareas y no decaer en el camino. Pero esto no siempre es fácil, pues, en algunos espacios, ser cristiano es mal mirado y cuesta ser fiel al mensaje de Jesús.

Particularmente, en las actuales tensiones de nuestra época, los dones del Espíritu son necesarios para comprender el tiempo presente y tomarle el pulso a la sociedad y sus movimientos, sin aspavientos, con calma y mesura para decidir las tensiones actuales con sabiduría, inteligencia y fortaleza, pero también considerando la ciencia, la piedad y el temor a Dios.

Pero, al igual que los apóstoles que vivieron grandes incertidumbres (también la persecución), hoy también vivimos nuevas desconfianzas entre unos y otros: la situación económica mundial y local, las problemáticas asociadas a la migración (en una sociedad individualista, como la nuestra), la polarización y la crisis social. Queremos pedirle al Espíritu Santo que nos llene de esperanza, para poder vivir el amor de Dios en nuestras tareas cotidianas y mirar con los ojos de Jesucristo el contexto en que estamos inmersos, en especial las vulnerabilidades por las que atraviesan muchas personas en nuestras ciudades y calles.

Al igual que los apóstoles que vivieron grandes incertidumbres (también la persecución), hoy también vivimos nuevas desconfianzas entre unos y otros.

No podemos quedar indiferentes ante un mensaje tan inmenso como el de Cristo, pues estamos llamados a anunciarlo y a vivirlo con intensidad para que los demás nos vean y puedan decir: ¡Miren cómo se aman: son cristianos!

En estos días solicitamos los dones del Espíritu, además de la renovación de nuestro compromiso de fraternidad para que, ayudados por el Señor, podamos dar testimonio de caridad y compromiso en una época marcada por el individualismo y los logros personales. Ya nos decía el Papa Francisco hace unos años: “Ven, Espíritu Santo, Tú que eres armonía, haznos constructores de unidad; Tú que siempre te das, concédenos la valentía de salir de nosotros mismos, de amarnos y ayudarnos, para llegar a ser una sola familia, amén”.

¿Veo hoy la presencia del Espíritu Santo en la vida comunitaria y en la amistad fraterna? ¿Podemos ser hoy cada uno templo del Espíritu Santo para ayudar a renovar nuestra vida de Iglesia?

«La Palabra de Dios describe la acción del Espíritu, que primero se posa sobre cada uno y luego pone a todos en comunicación. A cada uno da un don y a todos reúne en unidad»
(Papa Francisco).

Marcelo Pinochet Ayala
Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Maule

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