Otras reflexiones

¿Es Chile un país del Espíritu?

“Chile no sería Chile sin la fuerza creadora, unificadora y vivificadora de Dios, esa fuerza tiene un nombre: el Espíritu Santo. Él se ha adelantado a todos los que hemos habitado esta tierra, ha sostenido nuestra unidad y nos sigue ofreciendo vida en abundancia”.

Primavera. Vida nueva, certeza y esperanza

“Nuestro país celebra su día nacional en la época en que todo florece. La fiesta se hace protagonista y desplaza todas las preocupaciones, los resultados y la productividad. Estar y ser con otros en una comunión que nos regala pertenencia, ser un pueblo en la diversidad”.

Fraternidad y patria

“La patria es una fuente importante de identidad. La patria da sentido y coherencia a la vida de las personas. A nivel individual las personas necesitan ser parte de una comunidad. Muchas fuentes de pensamiento – incluyendo la Doctrina Social de la Iglesia- conciben la identidad como un derecho que debe ser reconocido (Gaudium et spes, 60)”.

El misterio de la eternidad: un futuro que nos da esperanza

“¿Cuándo y cómo esperamos que todo el mundo desaparezca? ¿Ocurrirá alguna vez? La paradoja es que por más que nos esforzamos, nos es difícil imaginar que toda la humanidad que ha llegado hasta aquí luego de un largo camino pueda desaparecer en algún momento”.

Pueblos originarios y fe: enseñanzas desde otras culturas

Pablo Palet A.

Año VI, N° 132

viernes 21 de junio, 2024

“En Chile se distinguen legalmente 10 pueblos indígenas y al pueblo tribal afrodescendiente. Cada uno tiene una continuidad histórica, identidad cultural, idioma y tradiciones. Tienen también su propia religión. ¿Qué significa para la comunidad eclesial, pueblo de Dios, valorar esta diversidad cultural y por tanto religiosa?”

El próximo 20 de junio se celebra el Día Nacional de los Pueblos Indígenas, un paso valioso en el reconocimiento de la diversidad que nos caracteriza como sociedad. En Chile se distinguen legalmente 10 pueblos indígenas y al pueblo tribal afrodescendiente. Cada uno tiene una continuidad histórica, identidad cultural, idioma y tradiciones. Tienen también su propia religión. ¿Qué significa para la comunidad eclesial, pueblo de Dios, valorar esta diversidad cultural y por tanto religiosa?

Para responder esta interrogante, compartiré algunos aspectos de mi propia experiencia como profesor de religión católica en la Araucanía. Son ideas o intuiciones referidas a la cosmovisión mapuche, que he podido aprender del estudio de las relaciones interculturales y de la experiencia cotidiana de habitar esta región.

Hace casi 30 años, la familia de un estudiante me invitó al nguillatún de su comunidad. Ahí tomé consciencia de la presencia actual, viva y vivificante, del pueblo mapuche y su espiritualidad. Desde entonces he ido descubriendo algunas cosas que me parece valioso compartir con la comunidad católica. Son tres aspectos de la religión mapuche que considero podemos aprender para profundizar nuestra vivencia de la fe cristiana.

Un primer aprendizaje se refiere a la sacralidad del mapu (la tierra). La palabra mapu tiene diferentes significados que se complementan y entrelazan. Es el lugar que habita el ser humano y que le da sustento, el espacio físico; es el territorio comunitario en su dimensión sociopolítica, el país del pueblo mapuche; y también se usa mapu para nombrar el universo en sus dimensiones material e inmaterial, cielo e inframundo. En la mentalidad religiosa mapuche la naturaleza es Palabra y templo, porque lo sagrado está disperso en el mapu, al alcance de todo ser viviente.

Vinculado a lo anterior, un segundo aspecto es la presencia de los ngen, espíritus cuidadores del entorno natural, de las plantas, los animales, el monte, el bosque, el agua. Todo tiene un ngen protector, y en conjunto procuran la armonía y equilibrio de todas las vitalidades presentes en el territorio. El papa Francisco dice algo similar cuando afirma: “la amorosa conciencia de no estar desconectado de las demás criaturas, de formar con los demás seres del universo una preciosa comunión universal” (Laudato si’, 220). Se genera así una profunda espiritualidad de conexión del ser humano con los demás seres vivientes. Esta espiritualidad como red de relaciones inspira una ética de responsabilidad y cuidado por esa armonía natural, es el buen vivir, küme mongen.

Una tercera reflexión, que se desprende de las dos anteriores, es la dimensión holística de la espiritualidad mapuche. La religión no es un conjunto de creencias o ideas; tampoco es la práctica periódica de los ritos ni se determina por la pertenencia a una comunidad. Es todo ello y más. Es una forma de vida, un vivir cotidiano en sus dimensiones amorosa, económica, política, social. Incluso un deporte como el palín (la chueca, como se le conoce) tiene una dimensión espiritual. No cabe duda que esta perspectiva integral e integradora es más cercana al contexto cultural hebreo en el que vivió y predicó Jesús, nuestro Señor.

Sacralidad de la tierra, ética del cuidado y la armonía natural, vivencia religiosa cotidiana. Estos son tres aspectos, entre otros, que han expandido mi experiencia del Padre, me han facilitado ser un mejor seguidor de Jesús y han agudizado mi oído a lo que el Espíritu Santo va diciendo en este tiempo.

En la comunidad en la que vives tu fe, ¿hay personas indígenas o afrodescendientes? ¿Cómo se valora la diversidad cultural y religiosa del entorno? Tú mismo, tú misma, ¿qué has aprendido de personas indígenas o de otras culturas? ¿Cómo han enriquecido tu experiencia de Dios?

“Las etnias que desarrollaron un tesoro cultural estando enlazadas con la naturaleza, con fuerte sentido comunitario, advierten con facilidad nuestras sombras, que nosotros no reconocemos en medio del pretendido progreso. Por consiguiente, recoger su experiencia de la vida nos hará bien.”.

Papa Francisco, “Querida Amazonía”, 36.

Pablo Palet A.
Profesor de la Facultad de Ciencias Religiosas y Filosofía de la Universidad Católica de Temuco

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