Otras reflexiones

La alegría de la santidad que perdura

“‘Contento, Señor contento’” solía decir San Alberto Hurtado. ¿Será entonces que la santidad cristiana sea una cuestión de alegría?”.

¿Existe el mundo que todos anhelamos?

“En la Iglesia se requiere de católicos activos y formados. Católicos que, con mucha humildad, y sin arrogancias, sepan actuar, en la sociedad que nos toca compartir, con fe y esperanza en Dios”.

¿Es Chile un país del Espíritu?

“Chile no sería Chile sin la fuerza creadora, unificadora y vivificadora de Dios, esa fuerza tiene un nombre: el Espíritu Santo. Él se ha adelantado a todos los que hemos habitado esta tierra, ha sostenido nuestra unidad y nos sigue ofreciendo vida en abundancia”.

Primavera. Vida nueva, certeza y esperanza

“Nuestro país celebra su día nacional en la época en que todo florece. La fiesta se hace protagonista y desplaza todas las preocupaciones, los resultados y la productividad. Estar y ser con otros en una comunión que nos regala pertenencia, ser un pueblo en la diversidad”.

Un mosaico bien ensamblado

Cardenal Celestino Aós Braco OFMCap.

Año IV, N° 77.

viernes 26 de agosto, 2022

“Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias”.

Como en un rompecabezas o en un mosaico armónico, es necesario hallar o preparar la pieza exacta y luego encajarla. Son distintas piezas de cultura y tradición, pero que bien ensambladas pueden formar un todo más amplio, que es la humanidad. “La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida” cantamos con Vinícius De Moraes. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias, que sabe reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente.

Somos un país hermoso, un mosaico de cerros, lagos, valles, ciudades y campos. Somos una sociedad de niños en gestación, infantes y adolescentes, jóvenes y adultos y ancianos; mujeres y varones; creyentes y no creyentes, originarios de uno u otro pueblo y cultura. No podemos ser humanos, ni chilenos, solos, separados unos de otros. Mucho menos enemistados y en guerra. El menosprecio y la exclusión del otro, la violencia y la guerra deshumanizan. Necesitamos desarrollar la conciencia de una salvación para todos. “La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común y a largo plazo” (Francisco, Fratelli Tutti, 169).

Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nos debemos unos a otros, sin exclusión.

Todos nosotros podemos contribuir a un futuro de paz y de unidad de la familia humana en Chile. Un mosaico no se puede forzar con un martillo. Tampoco un cuerpo legal para todos. Hay que ver las relaciones, que siempre existen, con los demás; hay que considerar, además, las relaciones que construimos entre unos y otros. Cuidémonos mutuamente, en nuestras familias, entre cercanos, sí, pero también, y especialmente, entre los que aún nos falta por conocer y reconocer, entre desconocidos y mal prejuzgados, entre diferencias políticas, sociales y étnicas. Incluso nuestros hermanos migrantes nos recuerdan que una hermandad genuina no es una “mera suma de los intereses individuales”, pues ella “no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad” (FT, 105). Junto con recordarnos que “todo ser humano tiene el derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y que ese derecho básico no puede ser negado por ningún país” (FT, 107), aprendemos que un mosaico tiene piezas antiguas, nuevas y futuras.

Por otro lado, nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. No puedo reducir mi vida a la relación con un pequeño grupo, ni siquiera a mi propia familia. Mi relación con una persona que aprecio no puede ignorar que esa persona no vive sólo por su relación conmigo, ni yo vivo sólo por mi referencia a ella. Nos debemos unos a otros, sin exclusión. Por ello las referencias a otros son imprescindibles y llevan al diálogo. Vienen tiempos en que necesitamos dialogar más y mejor. Un diálogo “que necesita ser enriquecido e iluminado por razones (…) por aportes de diversos saberes y puntos de vista, y que no excluye la convicción de que es posible llegar a algunas verdades elementales que deben y deberán ser siempre sostenidas. Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social” (FT, 211).

Estoy convencido de que una sociedad es noble por su cultivo de la búsqueda de la verdad, en especial por sus dimensiones más fundamentales.

La unidad es un don hermoso pero frágil: sabemos que el egoísmo y el pecado destruyen la unidad, no en vano rezamos en la liturgia: “mira la fe de tu Iglesia y concédele la unidad y la paz”. Pero muchas veces ignoramos a los pobres y gentes de la calle, encarcelados, mundo gitano, drogadictos, cuales “exiliados ocultos”. Estoy convencido de que una sociedad es noble por su cultivo de la búsqueda de la verdad, en especial por sus dimensiones más fundamentales. Ella no es solo la difusión periodística. Es también la búsqueda de un respeto hacia la dignidad humana. Ella reluce entre los pueblos olvidados, las gentes sabias hermanadas con su tierra original, entre los jóvenes temerarios, entre los viejos, conservadores, libertarios e indefensos o aparentemente inútiles. Todos ellos nos obligan a desmantelar el cálculo de ventajas y desventajas sin verdad. Ella no se identifica, sin más, con las ideas dominantes. La premisa es que somos todos hermanos e iguales en dignidad.

No, no es tarea fácil constituir un mosaico, una ley fundamental para todos, sin excepción. Es necesario pensar en todos: lo que se siembra hoy se cosechará mañana. Si lo hacemos presionando las piezas, el mosaico se malogrará. Para ello es necesario una unidad sabia. Sepamos discernir todos estos aspectos. ¿Se respeta y protege la dignidad inalienable de la persona humana o se legitima descartar o agredir a algunos? ¿Nos interesa el “bien común” como mosaico bien trabado y genuinamente original?

“Las culturas diversas, que han gestado su riqueza a lo largo de siglos, deben ser preservadas para no empobrecer este mundo. Esto sin dejar de estimularlas para que pueda brotar algo nuevo de sí mismas en el encuentro con otras realidades. No se puede ignorar el riesgo de terminar víctimas de una esclerosis cultural. Para ello tenemos necesidad de comunicarnos, de descubrir las riquezas de cada uno, de valorar lo que nos une y ver las diferencias como oportunidades de crecimiento en el respeto de todos. Se necesita un diálogo paciente y confiado, para que las personas, las familias y las comunidades puedan transmitir los valores de su propia cultura y acoger lo que hay de bueno en la experiencia de los demás”

(Fratelli Tutti, 134, Papa Francisco).

Cardenal Celestino Aós Braco OFMCap.
Arzobispo de Santiago y Gran Canciller de la
Pontificia Universidad Católica de Chile

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