Otras reflexiones

Escuchar el clamor y ver el rostro herido de los pobres Reflexión a partir de Dilexi te, exhortación apostólica de León XIV sobre el amor hacia los pobres.

“En los pobres [Cristo] sigue teniendo algo que decirnos” (DT, 5).

La ofensa y la dignidad humana

Mientras la ofensa hacia el prójimo, tanto en su variable presencial como virtual, se da en términos de pérdida de reciprocidad del respeto, la ofensa hacia Dios, las instituciones y los valores morales se da con un evidente desconocimiento del orden de la relación.

El primer domingo de Adviento. Cuando la ciencia y la fe se encuentran

“Hay algo que la ciencia no puede responder y eso está en dominio de la fe. Y ahí es donde el Adviento entra en mi corazón. Este primer domingo no es simplemente una fecha que aparece en el calendario litúrgico; es una puerta abierta para creer, para la fe".

Recordando el gran y santo concilio de Nicea

“Lo que los proclamaron los Apóstoles y lo que definieron los Santos Padres marcaron la fe de la Iglesia de un sello de unidad. (Liturgia bizantina)”.

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El ardor de la esperanza

Kattia Segovia R.

Año VII, N° 210

viernes 19 de diciembre, 2025

Este año no empezó el primero de enero. En nuestros corazones y en la Iglesia, comenzó como siempre: con un Dios hecho niño en Belén. Así iniciamos un Año Jubilar que transformaría vidas, desde lo cotidiano hasta lo extraordinario.

¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino (…)? (Lucas, 24,32). Luego de un ciclo de 25 años desde el último Año Jubilar ordinario, vuelve esta pregunta que nos invita a rebuscar en la vida para encontrar a Cristo que permanece y, en más de un momento, nos toma, nos remece, nos abraza y nos transforma.

Este año no empezó el primero de enero. En nuestros corazones y en la Iglesia, comenzó como siempre: con un Dios hecho niño en Belén. Así iniciamos un Año Jubilar que transformaría vidas, desde lo cotidiano hasta lo extraordinario. Durante 2023, en la Universidad surgió un anhelo: ofrecer a administrativos y profesionales una experiencia viva de fe, formación y encuentro con Cristo. Conformamos así una delegación que peregrinaría por lugares de devoción y participaría del Jubileo de los Trabajadores en mayo de 2025. De ese modo, se inició una travesía a la luz de la esperanza.

Que la gracia jubilar es real y concreta: vuelve carne lo que fue piedra, sana heridas, borra cicatrices y transforma historias por medio de la oración y la vida sacramental.

Desde el primer día hallamos sed de encuentros profundos y la alegría de una comunidad que acogía el proyecto. Los meses pasaron y se formó una delegación de 54 personas, expectantes y deseosas de partir. Empacar la ropa era fácil; guardar tantos anhelos en una maleta, no tanto.

Días antes de iniciar la peregrinación, aconteció el triste fallecimiento del Papa Francisco. Fue un remezón para esta comunidad en formación. No obstante, desde entonces esta se mantuvo firme en oración por la Iglesia: en sede vacante y en medio del dolor, confiamos en el Espíritu Santo para que iluminara la elección del nuevo Pontífice.

Ya en la peregrinación comprendí lo que Dios nos regala en un año jubilar a través de su Iglesia. “Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno —yo en ellos y tú en mí— para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me amaste a mí” (Jn 17,22-23). Día a día, a través de vivencias y testimonios concretos, fui testigo de cómo Dios nos hacía uno al caminar, revelando su amor en lo profundo de cada corazón.

Entonces entendí que la esperanza siempre estuvo; sólo había que elegir mirar a través de ella. Al repasar el camino y lo vivido por quienes fuimos llamados a peregrinar, doy fe de que la gracia jubilar es real y concreta: vuelve carne lo que fue piedra, sana heridas, borra cicatrices y transforma historias por medio de la oración y la vida sacramental. Reconocí a ese Dios sin límites en la misericordia y en el amor.

Ya en la peregrinación comprendí lo que Dios nos regala en un año jubilar a través de su Iglesia.

Escuché testimonios de personas que regresaron transformadas y reconciliadas en su fe, eligiendo —como yo— ver con los ojos de lo transcendente y abrir el corazón para seguir recibiendo lo que Dios quiere regalarnos este Año Jubilar. Recordé lo que el Papa Francisco nos auguraba en la Bula Spes non confundit: “Que pueda ser para todos un encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, ‘puerta’ de salvación”, y doy fe de que, para muchos, incluida quien escribe, fue eso y más.

Retomando el inicio de esta reflexión y llegando ya a la recta final del Jubileo, tal como los peregrinos de Emaús, que al reconocer el ardor del corazón corrieron a anunciarlo, también nosotros estamos llamados a poner esta transformación en acción desde lo que hacemos y somos.

Hoy estoy convencida de que esta gracia no llega solo a quienes peregrinan, sino a cualquiera que se deja encontrar por Dios en lo cotidiano. No olvidemos reconocer cuán bendecidos somos por el amor de Dios, y que las experiencias que hemos vivido durante este Jubileo, ordinarias o extraordinarias, nos mantengan muy cerca de Jesús.

¿Reconozco en mi corazón el ardor del encuentro con Cristo luego de este Año Jubilar? ¿Me siento portador y embajador de la esperanza que nos regala Jesús?

“Oh, Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo
“Sin esperanza la vida corre peligro de aparecer como un paréntesis entre dos noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por la Tierra. Esperar en la vida significa en cambio saborear la meta, creer como seguro aquello que no vemos, todavía no vemos ni tocamos, fiarse y confiarse en el amor de un Padre que nos ha creado porque nos ha querido con amor y nos quiere felices”.

Papa León XIV. Audiencia general, 26 de noviembre de 2025.

Kattia Segovia R.
Subdirectora de funcionarios y administrativos de la Pastoral UC

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