“Como todos estamos muy concentrados en nuestras propias necesidades, ver a alguien sufriendo nos molesta, nos perturba, porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos. Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor.” (FT 65).
Queremos ofrecer a ellas la posibilidad de soñar con un mundo mejor.
Esta cita del Papa Francisco viene al caso. En el Chile de hoy hay tantos problemas y tantas urgencias, tal parece que por nuestra cuenta no podemos hacer nada más. Hemos querido descansar en el gobierno y el sistema político, “el estado”, para que por la vía de las políticas públicas se resuelvan los problemas sociales, y que nos dejen vivir tranquilos. Hay buenas excusas para no meternos en cosas que no nos incumben y que el gobierno o alguien (mientras no sea yo) debe resolver.
Pero hay mucho más que se puede hacer. Sí se puede cambiar el mundo a la manera de Jesús de Nazaret, esto es, partiendo por los últimos. Aunque sea un poquito y frágilmente.
Pertenezco a un grupo de profesores de la Universidad Católica, que junto con alumnos y administrativos hemos construido un proyecto educativo para las internas del Centro Penitenciario Femenino (CPF), ubicado en las cercanías de nuestro Campus San Joaquín. Comenzamos con la construcción de un huerto y luego en 2017 con un taller de docencia en cultivo de plantas medicinales y aromáticas.
No hay cambio si no estamos dispuestos a involucrarnos personalmente.
La visita del Papa Francisco al CPF en enero de 2018, confirmó el severo llamado que emanaba desde ahí. “Ser privado de la libertad no es lo mismo que estar privado de la dignidad […] La dignidad no se toca a nadie, se cuida, se custodia, se acaricia”, dijo el Papa una y otra vez en su mensaje en el CPF. Este fue el impulso para avanzar en nuestro trabajo, a través del proyecto llamado “En Libertad de Educación UC” (ELEDUC), que actualmente incluye nivelación escolar, orientación vocacional, preuniversitario, apoyo espiritual y acompañamiento en los estudios superiores, a mujeres privadas de libertad que cumplen su período de reclusión en el interior del CPF de San Joaquín.
El camino a la libertad es un camino largo, duro y difícil. Sin embargo, una vez cumplido este camino y completada la condena, la ansiada meta se ve desdibujada por la cruda realidad que les toca vivir a las mujeres privadas de libertad, de vuelta a su realidad, donde además de tener pocas oportunidades laborales, estas se ven complejizadas por haber estado condenadas por distintos delitos. Queremos ofrecer a ellas la posibilidad de soñar con un mundo mejor.
Nuestra experiencia en el CPF está llena de fragilidad. Ella se resume en unas pocas, pero muy importantes lecciones.
La primera lección es que Francisco tiene razón. “Porque no queremos perder nuestro tiempo por culpa de los problemas ajenos.” Francisco dio en el clavo: no hay cambio si no estamos dispuestos a involucrarnos personalmente.
Segundo, hemos aprendido que hay lugares a los que las políticas públicas no llegan. Tales lugares no son físicos sino espirituales, la geografía de esos lugares no está mapas, pues ellos son del reino de la esperanza en una vida nueva. Estamos seguros que el camino a tales lugares es Cristo, es la Misericordia de Dios.
Tercero, es verdad que para lograr avances concretos es necesario contar con recursos; pero es falso que sean necesarias grandes partidas de presupuesto. Al contrario, nuestra experiencia en la cárcel nos enseña que con el esfuerzo de pocas personas de buen sentimiento se puede avanzar muchísimo. Pero tales acciones deben reconocerse como parte del quehacer de dichas instituciones.
Así, hay muchas buenas acciones que lamentablemente no se hacen porque parecen lejos del alcance de personas o de instituciones, que otros las hagan, yo no tengo tiempo. El problema, Ud. lo sabe, es que nadie parece tener tiempo. Permítanme repetir otra vez de Fratelli Tutti: “Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor.”
Pero hay esperanza. Toda esta labor de ELEDUC, que al inicio parecía un mero sueño, ahora es conmovedoramente cierta. Es verdad, seguimos siendo frágiles, pero también es verdad que hemos hecho un camino y hemos estrechado lazos con las mujeres privadas de libertad, y nuestro equipo ha crecido y se ha estructurado técnica y profesionalmente. Nada de esto sería posible sin la acción del Espíritu Santo, que ha abierto las puertas que creíamos cerradas, que ha convocado a quienes no conocíamos, quien nos recuerda que en el CPF está Cristo esperándonos.
Preguntas para mí y para Usted: ¿Tiene relevancia el Evangelio de Jesús hoy en mi vida? ¿Qué significa “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”? ¿Es posible cambiar el mundo a la manera de Jesús de Nazaret?