Otras reflexiones

Tecnologías biomédicas y dignidad humana

Gran parte del saber en ciencias biológicas se caracteriza, entre otras cosas, por hacer intervenciones en los organismos para obtener ciertos efectos deseados... Sin embargo, esto por sí mismo no entrega una guía acerca de qué intervenciones promueven la dignidad de la persona y cuáles la degradan. En consecuencia, se hace imperativa una reflexión bioética que ilumine los aspectos valóricos de los cursos de acción posibles.

El ardor de la esperanza

Este año no empezó el primero de enero. En nuestros corazones y en la Iglesia, comenzó como siempre: con un Dios hecho niño en Belén. Así iniciamos un Año Jubilar que transformaría vidas, desde lo cotidiano hasta lo extraordinario.

Escuchar el clamor y ver el rostro herido de los pobres Reflexión a partir de Dilexi te, exhortación apostólica de León XIV sobre el amor hacia los pobres.

“En los pobres [Cristo] sigue teniendo algo que decirnos” (DT, 5).

La ofensa y la dignidad humana

Mientras la ofensa hacia el prójimo, tanto en su variable presencial como virtual, se da en términos de pérdida de reciprocidad del respeto, la ofensa hacia Dios, las instituciones y los valores morales se da con un evidente desconocimiento del orden de la relación.

Fe, globalización y comunión

Lilian Ferrer

Año III, Nº 45.

viernes 4 de junio, 2021

"El trabajo en conjunto es la única forma de poder seguir viviendo en armonía, teniendo el amor cristiano como base, dejando un legado de comunión."

El concepto de mundo globalizado está relacionado, por lo general, a una integración económica mundial, que crece cada día más con los nuevos desarrollos tecnológicos. Sin embargo, reducir la unificación de nuestro planeta a estos términos, es obviar otros aspectos trascendentales del ser humano.

En el Diccionario de la lengua española encontramos la definición de globalizar, verbo del que deriva el adjetivo globalizado. En su segunda acepción, se define como “Universalizar, dar a algo carácter mundial”. Como católicos, no nos podemos quedar indiferentes, ya que somos apóstoles de la más importante globalización: la salvación.

El mismo Dios, al darse a conocer al mundo, comenzó manifestando su amor a un pueblo pequeño, y luego, a través de su Hijo, se universalizó en el mundo: la eternidad se globalizó, abriendo sus puertas a todo hombre y mujer. El mundo globalizado es aquel donde todos podemos aspirar a la eternidad, y la fe es el fuego que lo ilumina en el amor.

El mundo globalizado es aquel donde todos podemos aspirar a la eternidad, y la fe es el fuego que lo ilumina en el amor.

Jesús no se quedó en su pueblo de origen con sus cercanos. Desde Nazaret salió al encuentro de judíos, samaritanos y romanos, usando el amor como lenguaje. Y nosotros somos apóstoles de su legado. Este camino ya no lo hacemos solos. Desde que Jesús le dio a su discípulo amado —y, por consiguiente, a toda la humanidad— a la Virgen como madre, recorremos como hermanos los caminos de Dios bajo el amparo de María.

Desde entonces el mundo cambió radicalmente. Comprendimos que somos familia en una misma casa común, apuntando al mismo final, acompañándonos mutuamente en este camino, siendo responsables los unos de los otros. Ya no podemos ser indiferentes ante el cuidado de la dignidad de todo hombre y de la creación.

Las nuevas tecnologías y la pandemia del último tiempo han provocado conexiones humanas nunca antes vistas, y nos han vuelto a demostrar lo obvio (pero muchas veces olvidado): la definición de casa no puede estar circunscrita a límites fronterizos o culturales. El trabajo en conjunto es la única forma de poder seguir viviendo en armonía, teniendo el amor cristiano como base, dejando un legado de comunión.

Muchas veces, en nuestro mundo cristiano, hemos delegado esta labor a las organizaciones y jerarquías. Pero los conceptos de universalidad y amor son la esencia del catolicismo y para todo religioso o laico debería ser su motor de vida. No podemos quedarnos indiferentes en un mundo que exige la colaboración de todos.

Esta comunión de trabajo surge como la única alternativa para cuidarnos a nosotros y a nuestro planeta. Y, tal como hizo Jesús, debemos salir al mundo, sentarnos con pecadores y justos, y conversar con amor.

Esta comunión de trabajo surge como la única alternativa para cuidarnos a nosotros y a nuestro planeta. Y, tal como hizo Jesús, debemos salir al mundo, sentarnos con pecadores y justos, y conversar con amor. El fuego de nuestros corazones de Emaús no está hecho para iluminarnos a nosotros mismos. “Tampoco se enciende una lámpara de aceite para cubrirla con una vasija de barro; sino que se pone sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa” (Mt 5, 15).

Esto no debe ser confundido con proyectos de envergadura transnacional. El Papa Francisco nos recuerda que la persona humana está “naturalmente abierta a los vínculos. En su propia raíz reside el llamado a trascenderse a sí misma en el encuentro con otros” (FT, 111). Por ejemplo, el cuidado de la casa común comienza con agrupaciones familiares o vecinales que buscan marcar una diferencia en su pequeño entorno.

Todo suma a la hora de cuidarnos. Y tal como decía la Madre Teresa de Calcuta: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota». Salgamos y trabajemos con amor en comunidad. El mundo necesita puentes, construyámoslos con nuestra piedra angular.

¿Tengo consciencia de que soy luz en el mundo y que debo trabajar con otros para cuidar esta casa común? ¿Cómo puedo expandir mis redes, sin importar el tamaño, para hacer un mundo mejor? ¿Comprendo que Jesús rompió las fronteras con el amor? ¿Qué puedo hacer hoy para mejorar la dignidad de otros y de la creación? ¿Cuál será mi gota en el mar?

“Nuestras sociedades están experimentando, como nunca antes había sucedido en la historia, procesos de mutua interdependencia e interacción a nivel global que, si bien es verdad que comportan elementos problemáticos o negativos, tienen el objetivo de mejorar las condiciones de vida de la familia humana, no sólo en el aspecto económico, sino también en el político y cultural. Toda persona pertenece a la humanidad y comparte con la entera familia de los pueblos la esperanza de un futuro mejor”.

Mensaje de SS Francisco
para la Jornada Mundial del Emigrante
y del Refugiado 2014

Lilian Ferrer
Vicerrectora de Asuntos Internacionales UC

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