Otras reflexiones

¡Ha resucitado!

Los últimos siglos antes de Cristo se descubrió algo nuevo. Los griegos comenzaron a hablar de la inmortalidad del alma, diferenciando lo material, lo que queda acá, con el alma que continúa viviendo. Los hebreos no aceptaban esta idea, pero entre unos pocos judíos se empezó a difundir el concepto de una resurrección como un retorno a la vida.

La Sábana Santa

"No debe haber reliquia más abierta a la polémica que la sábana que se guarda en Turín. Ésta comenzó cuando Secondo Pía, a fines del siglo XIX, obtuvo una fotografía del rostro que en ella aparece y descubrió que la sábana es un negativo fotográfico. Desde entonces la polémica se mantiene viva, con muchas hipótesis –bastante contradictorias y hasta macabras– que explicarían el fenómeno."

El pan eucarístico, constructor de comunidad

“En cada pan que partimos y compartimos, potencialmente nos encontramos con un eco de aquella cena donde Jesús transformó el alimento cotidiano en signo de una humanidad sin fronteras”.

La esperanza nos impulsa a amar

“Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. (…) Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza“. (Papa Francisco)

La ciencia nos acerca a Dios

José Rafael Vicuña E.

Año II, Nº 17.

domingo 26 de abril, 2020

"¿Cómo surgió el universo? ¿Cómo apareció la vida en la Tierra? ¿Cuál es el origen del hombre y de la conciencia? Al buscar respuestas, es fundamental tener claro los ámbitos en que se desenvuelven los respectivos magisterios de la ciencia y de la religión"

La ciencia y la religión constituyen dos pilares fundamentales de nuestra cultura. La primera nos permite explorar la lógica de la naturaleza, mientras que la segunda nos proyecta a una dimensión sobrenatural que da sentido no solo a los hallazgos de la ciencia, sino a toda nuestra existencia. Se podría pensar entonces que ciencia y religión representan esfuerzos independientes del entendimiento humano por alcanzar la verdad y que, por lo tanto, no debiera haber interferencias entre ellas.

A pesar de que el método científico es fabuloso para adquirir nuevos conocimientos, tiene un límite, puesto que se remite al mundo de lo sensible.

Sin embargo, hay ciertas cuestiones en las que ambas se encuentran. ¿Cómo surgió el universo? ¿Cómo apareció la vida en la Tierra? ¿Cuál es el origen del hombre y de la conciencia? En la búsqueda de respuestas, es fundamental tener claros los ámbitos en que se desenvuelven los respectivos magisterios de la ciencia y de la religión. Por de pronto, debemos reconocer que a pesar de que el método científico es un instrumento fabuloso para adquirir nuevos conocimientos, éste tiene un límite, puesto que se remite al mundo de lo sensible. A la vez, es preciso hacer una correcta interpretación de lo que Dios ha querido revelarnos por medio de las Sagradas Escrituras.

Lamentablemente, no siempre se toman estas precauciones, lo que deriva en conflictos entre ciencia y religión que no tienen sustento real. Es el caso de sectores materialistas ateos que asocian a la religión con superstición e irracionalidad (dogma, fe, misterio) y piensan erróneamente que la ciencia posee la capacidad de probar o descartar la existencia de Dios. Así, Darwin habría demostrado que no es necesaria la existencia de un plan divino, puesto que la selección natural por sí sola da cuenta del diseño que observamos en la naturaleza. Muchos investigadores creen también que si se llegan a descubrir las causas naturales del surgimiento de la vida en la Tierra, ello constituiría una prueba irrefutable de que no fue necesaria la acción de un Creador.

Una lectura literal de las Sagradas Escrituras es otra fuente de aparente conflicto entre ciencia y religión, error en que las propias autoridades de la Iglesia han incurrido (caso Galileo). Hoy observamos que el mundo protestante abraza un creacionismo que no acepta la evolución del universo y de los seres vivos que tan palmariamente nos muestra la ciencia. El Magisterio reciente (encíclica Divino afflante Spiritu, constitución Dei verbum) nos enseña que la adhesión a la palabra de Dios no se contradice con el necesario trabajo literario que requiere su adecuada interpretación. La ciencia nunca estará en oposición con la fe, puesto que las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios.

El camino más fructífero para relacionar a la ciencia con la religión es el establecimiento de un diálogo que busque puntos de convergencia.

El camino más fructífero para relacionar a la ciencia con la religión es el establecimiento de un diálogo que busque puntos de convergencia, admitiendo que ambas tienen diferentes métodos y perspectivas para comprender la realidad. Nadie se ha referido mejor a los beneficios de este diálogo que san Juan Pablo II: “La ciencia puede purificar a la religión del error y la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de la idolatría y de los falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra a un mundo más amplio, un mundo en que ambas pueden progresar”.

Este diálogo, que obviamente realizamos los creyentes, es estimulado cuando constatamos que el mundo es inteligible, que funciona de acuerdo a leyes y que nos ofrece manifestaciones absolutamente deslumbrantes, como son la inmensidad del universo y la complejidad de la vida.

¿Me resulta evidente que no puede haber contradicción entre ciencia y religión porque es el mismo Dios quien creó la naturaleza y se reveló por medio de las Sagradas Escrituras? ¿Estoy consciente de que hay una parte sustancial de la realidad que no es material y que, por lo tanto, escapa al dominio de la ciencia? ¿Hago esfuerzos por ampliar el uso de la razón trascendiendo el ámbito puramente científico?

«La mirada de la ciencia se beneficia así de la fe: ésta invita al científico a estar abierto a la realidad, en toda su riqueza inagotable… Invitando a maravillarse ante el misterio de la Creación, la fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la ciencia».

carta encíclica “LUMEN FIDEI”, 2013.

José Rafael Vicuña E.
Profesor de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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