Otras reflexiones

¡Ha resucitado!

Los últimos siglos antes de Cristo se descubrió algo nuevo. Los griegos comenzaron a hablar de la inmortalidad del alma, diferenciando lo material, lo que queda acá, con el alma que continúa viviendo. Los hebreos no aceptaban esta idea, pero entre unos pocos judíos se empezó a difundir el concepto de una resurrección como un retorno a la vida.

La Sábana Santa

"No debe haber reliquia más abierta a la polémica que la sábana que se guarda en Turín. Ésta comenzó cuando Secondo Pía, a fines del siglo XIX, obtuvo una fotografía del rostro que en ella aparece y descubrió que la sábana es un negativo fotográfico. Desde entonces la polémica se mantiene viva, con muchas hipótesis –bastante contradictorias y hasta macabras– que explicarían el fenómeno."

El pan eucarístico, constructor de comunidad

“En cada pan que partimos y compartimos, potencialmente nos encontramos con un eco de aquella cena donde Jesús transformó el alimento cotidiano en signo de una humanidad sin fronteras”.

La esperanza nos impulsa a amar

“Todos esperan. En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. (…) Encontramos con frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con escepticismo y pesimismo, como si nada pudiera ofrecerles felicidad. Que el Jubileo sea para todos ocasión de reavivar la esperanza“. (Papa Francisco)

“Sean misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36)

Carolina Bacher M.

Año VII, N° 167

viernes 21 de febrero, 2025

“Se requiere una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de «heridos», que necesitan comprensión, perdón y amor” (Papa Francisco).

El Papa Francisco cursó un año de sus estudios primarios en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles (Ramos Mejía, Argentina). En ocasiones, sus palabras evocan acentos propuestos por San Juan Bosco, como la caridad y la mansedumbre necesarias para acercarse a los demás, y anunciarles el evangelio aun en circunstancias que nos resultan amenazantes.

Necesitamos constituirnos en comunidades de discernimiento donde podamos ponderar las opciones, y desarrollar una confianza responsable del cuidado conjunto de la propia vida y la de los demás.

El año pasado referentes de distintas confesiones religiosas de Chile han realizado una declaración conjunta llamando a la paz. Y es que el problema de la inseguridad ha calado hondo en la preocupación social. Es una situación que afecta a todos los sectores sociales sin distinción, destruye las familias y los barrios, y genera temor al otro. Las ciudades, que en el origen fueron construidas para proteger del peligro, hoy son consideradas como un lugar de huida y de desconfianza mutua.

Esta transformación de la vida ciudadana se expresa en los barrios como un desafío presente en toda América Latina: cada vez hay más miedo, y el miedo paraliza. El temor hace que cada vecino se quede dentro de la casa, no salga, no se encuentre con los demás vecinos, con los que comparten la comunidad más cercana. Las mismas actividades de la parroquia se modifican, por ejemplo, cambiando el horario de las reuniones o de las celebraciones.

Frente a esto, el evangelio de hoy nos invita a salir al encuentro del otro como es. Jesús, al encarnarse, se solidarizó con todas las personas y se identificó especialmente con los pobres que sufren hasta la actualidad. También, con aquel que se hace prójimo del caído, y ejerce la misericordia, como refiere la parábola del Buen Samaritano. Porque si amamos sólo a aquellos que nos aman, ¿qué mérito tenemos? (cf. Lc 6,32).

Jesús también dejó en manos de su Padre el perdón humanamente imperdonable. Nosotros estamos invitados a vivir esta dinámica de perdón mutuo como fruto de la presencia amorosa de Dios en y entre nosotros.

Sin embargo, no podemos caer en una confianza ingenua con nuestros semejantes. Necesitamos constituirnos en comunidades de discernimiento donde podamos ponderar las opciones, y desarrollar una confianza responsable del cuidado conjunto de la propia vida y la de los demás: “El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual” (Evangelii Gaudium 88).

El jesuita Elías López reflexionó sobre el desafío del perdón cuando se ha padecido grandes injusticias, incluso el asesinato de familiares cercanos. El sacerdote compartió el testimonio de Doña María, quien hace de su dolor una oración confiada: “¡No puedo perdonar! ¿Quién soy yo para perdonar semejantes crímenes? Pero pongo en manos de Dios esta incapacidad mía de otorgar perdón, y descanso en Él. Y poniendo en manos de Dios mi dolor y mi incapacidad, siento de algún modo que, en alguna medida, yo también perdono”.

Estas palabras evocan aquellas de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,24). Jesús también dejó en manos de su Padre el perdón humanamente imperdonable. Nosotros estamos invitados a vivir esta dinámica de perdón mutuo como fruto de la presencia amorosa de Dios en y entre nosotros. Constituirnos nosotros en testigos de su misericordia.

¿Cómo estoy viviendo este tiempo incierto? ¿Qué desafíos descubro para comportarme como hermano o hermana con los demás? ¿Me doy tiempo para reflexionar junto a otros y discernir a la luz de la vida y las Palabras de Jesús?

“La integración cultural, económica y política con los pueblos cercanos debería estar acompañada por un proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal”.

Papa Francisco

Carolina Bacher M.
Investigadora del Instituto Teológico Egidio Viganó de la Universidad Católica Silva Henríquez

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