Otras reflexiones

Inteligencia artificial con rostro humano

La IA no es solo un conjunto de herramientas: implica modelos de sociedad. No actúa por sí misma; es diseñada, entrenada y utilizada por personas, dentro de sistemas que con frecuencia reproducen desigualdad, exclusión o anonimato. Por eso, la tecnología necesita ser iluminada por la fe cristiana.

Cardenal San John Henry Newman, un nuevo doctor de la Iglesia

Newman (1801-1890), pastor anglicano converso a la Iglesia, es uno de los pensadores más versátiles del siglo XIX. Fue un prolífico escritor y una de las mentes más brillantes de su tiempo. Es considerado como un humanista en el más pleno sentido de la palabra.

Ser misionero hoy

“Ser misionero no significa, como antes, necesariamente cruzar mares, sino aprender a caminar con otros, en medio de sus dolores, alegrías y búsquedas. A mi parecer, hoy la misión tiene que ver más con una manera de estar que un lugar donde estar, con un escuchar más que con hablar, con abrazar más que conquistar".

La riqueza de las Sagradas Escrituras

“En medio de este torbellino de voces, palabras e imágenes, hay un texto que, desde hace más de dos mil años, ha proporcionado un mensaje fiable e imperecedero. Se trata de los libros de la Biblia... Los pueblos judío y cristiano han creído que en estos se comunica la palabra de Dios, la cual orienta y alimenta nuestras vidas".

“Sean misericordiosos, así como su Padre es misericordioso” (Lc 6,36)

Carolina Bacher M.

Año VII, N° 167

viernes 21 de febrero, 2025

“Se requiere una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de «heridos», que necesitan comprensión, perdón y amor” (Papa Francisco).

El Papa Francisco cursó un año de sus estudios primarios en el colegio salesiano Wilfrid Barón de los Santos Ángeles (Ramos Mejía, Argentina). En ocasiones, sus palabras evocan acentos propuestos por San Juan Bosco, como la caridad y la mansedumbre necesarias para acercarse a los demás, y anunciarles el evangelio aun en circunstancias que nos resultan amenazantes.

Necesitamos constituirnos en comunidades de discernimiento donde podamos ponderar las opciones, y desarrollar una confianza responsable del cuidado conjunto de la propia vida y la de los demás.

El año pasado referentes de distintas confesiones religiosas de Chile han realizado una declaración conjunta llamando a la paz. Y es que el problema de la inseguridad ha calado hondo en la preocupación social. Es una situación que afecta a todos los sectores sociales sin distinción, destruye las familias y los barrios, y genera temor al otro. Las ciudades, que en el origen fueron construidas para proteger del peligro, hoy son consideradas como un lugar de huida y de desconfianza mutua.

Esta transformación de la vida ciudadana se expresa en los barrios como un desafío presente en toda América Latina: cada vez hay más miedo, y el miedo paraliza. El temor hace que cada vecino se quede dentro de la casa, no salga, no se encuentre con los demás vecinos, con los que comparten la comunidad más cercana. Las mismas actividades de la parroquia se modifican, por ejemplo, cambiando el horario de las reuniones o de las celebraciones.

Frente a esto, el evangelio de hoy nos invita a salir al encuentro del otro como es. Jesús, al encarnarse, se solidarizó con todas las personas y se identificó especialmente con los pobres que sufren hasta la actualidad. También, con aquel que se hace prójimo del caído, y ejerce la misericordia, como refiere la parábola del Buen Samaritano. Porque si amamos sólo a aquellos que nos aman, ¿qué mérito tenemos? (cf. Lc 6,32).

Jesús también dejó en manos de su Padre el perdón humanamente imperdonable. Nosotros estamos invitados a vivir esta dinámica de perdón mutuo como fruto de la presencia amorosa de Dios en y entre nosotros.

Sin embargo, no podemos caer en una confianza ingenua con nuestros semejantes. Necesitamos constituirnos en comunidades de discernimiento donde podamos ponderar las opciones, y desarrollar una confianza responsable del cuidado conjunto de la propia vida y la de los demás: “El ideal cristiano siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual” (Evangelii Gaudium 88).

El jesuita Elías López reflexionó sobre el desafío del perdón cuando se ha padecido grandes injusticias, incluso el asesinato de familiares cercanos. El sacerdote compartió el testimonio de Doña María, quien hace de su dolor una oración confiada: “¡No puedo perdonar! ¿Quién soy yo para perdonar semejantes crímenes? Pero pongo en manos de Dios esta incapacidad mía de otorgar perdón, y descanso en Él. Y poniendo en manos de Dios mi dolor y mi incapacidad, siento de algún modo que, en alguna medida, yo también perdono”.

Estas palabras evocan aquellas de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,24). Jesús también dejó en manos de su Padre el perdón humanamente imperdonable. Nosotros estamos invitados a vivir esta dinámica de perdón mutuo como fruto de la presencia amorosa de Dios en y entre nosotros. Constituirnos nosotros en testigos de su misericordia.

¿Cómo estoy viviendo este tiempo incierto? ¿Qué desafíos descubro para comportarme como hermano o hermana con los demás? ¿Me doy tiempo para reflexionar junto a otros y discernir a la luz de la vida y las Palabras de Jesús?

“La integración cultural, económica y política con los pueblos cercanos debería estar acompañada por un proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio indispensable para lograr una sana integración universal”.

Papa Francisco

Carolina Bacher M.
Investigadora del Instituto Teológico Egidio Viganó de la Universidad Católica Silva Henríquez

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