Para tejer un manto se requiere el diseño y la artesanía: unir punto a punto, mezclar hilos, trenzar. Lo mismo como país. Para reconstruir el tejido social que se mostró tan dañado el 18-O, el diseño o “arquitectura” –como lo llama el Papa (FT 231)– lo definirán los constituyentes eligiendo caminos que promoverán u obstaculizarán la amistad social en la cada vez más diversa sociedad chilena. Pero ese trabajo de esos 155 será inútil sin el esfuerzo simultáneo de nosotros, los demás, los que no salimos en el diario ni tenemos cargos públicos, el ciudadano común, el de la vida corriente. A nosotros nos toca tejer punto a punto, desde abajo, uno a uno (cf. FT 78). No podemos esperar todo de los políticos (cf. FT 77) porque la fraternidad no se impone por decreto. Brota del trabajo oculto de cada uno en sus propios ojos y su corazón.
Empatizar es mirar al otro e identificarme con él, ponerme en sus zapatos y tratar de comprender qué siente y por qué
La empatía es el telar de la amistad social. Empatizar es mirar al otro e identificarme con él, ponerme en sus zapatos y tratar de comprender qué siente y por qué. Es lo contrario a la indiferencia y al juicio. Implica salir de uno mismo para atender y entender al otro. Es un ejercicio de la imaginación, la inteligencia y los afectos, que se realiza espontáneamente con los cercanos y quienes queremos, pero que también se puede voluntariamente, es decir, por un esfuerzo deliberado en mirar al otro (al diferente, al lejano, al contrincante) con afecto, en ponerse en su lugar e intentar comprenderlo.
La empatía tiende puentes porque acerca a la verdad de la otra persona y de uno mismo. Cuando estoy en sus zapatos lo entiendo mejor. Y cuando desde su perspectiva me miro a mí con sus ojos, veo que somos todos iguales, que no soy tan distinta, que no valgo más que ellos y que lo que compartimos es mucho más que lo que nos divide. La empatía permite una visión más cercana y objetiva del otro, lo que motiva a buscar acuerdos y puntos de encuentro.
Si uno mira al otro con cariño trata de comprenderlo, no es tan duro en sus juicios, deja de temerle o despreciarlo. Así se ablanda corazón, y las acciones (manos) son respetuosas y amables, buscan su bien
¿Cómo empatizar cuando no es espontáneo? Francisco lo explica en simple: “Ojos, corazón y manos” (Mensaje Cuaresma 2020). Lo primero es cambiar la mirada, hacer un esfuerzo consciente por mirar al otro con cariño, mirarlo “como si” le tuviera afecto. Esa mirada, incluso si inicialmente es fingida, gatilla un cambio en el corazón, en las actitudes. Si uno mira al otro con cariño trata de comprenderlo, no es tan duro en sus juicios, deja de temerle o despreciarlo. Así se ablanda corazón, y las acciones (manos) son respetuosas y amables, buscan su bien. La conversión comienza por los ojos. Nadie desprecia a quien quiere, y la amabilidad refuerza el reconocimiento y genera un círculo virtuoso que convierte en realidad el “como si”. El Papa resume diciendo “Si lográramos ver al oponente político o al vecino con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, qué bueno sería…” (FT 230).
Nosotros, los de la calle, estamos llamados para esta revolución: la que no exige grandes gestas ni publicidad, sino el esfuerzo de mirar con cariño. Eso convertirá el corazón y contagiaremos la amabilidad. Ese trato acogedor, cercano y comprensivo, que no se impone desde fuera y que solo depende de uno, es lo que se requiere para reconstruir un “nosotros” donde quepamos todos.
¿Basta este pequeño esfuerzo para cambiar el mundo? Los caminos de Dios no son nuestros caminos (Is 55:8), y esos “gestos de amor son los que cambian la historia: incluso los pequeños, ocultos, cotidianos. Porque Dios guía la historia a través del humilde valor de quien reza, ama y perdona […] El Señor quiere que hagamos de la vida una obra extraordinaria a través de los gestos comunes, los gestos de todos los días” (Angelus 26/12/2020). La revolución de la empatía nos devolverá la esperanza.